“Sí, quiero”, digo sin ninguna duda y, al decirlo, yo misma me sorprendo de poder quererle con tanta seguridad pese al gran número de cosas que sé que hace mal y que me gustaría cambiar. Pero le quiero, lo nuestro es una historia de amor en toda regla... te la voy a contar:
Le conocí a los 20 años y desde el principio me gustó. Era joven y guapo, extranjero, y su complejidad y misterio, lejos de asustarme, me empujaban fuertemente hacia él. Él era la comidilla del lugar: era moderno y sofisticado, solidario, inteligente, un partidazo, vamos, así que hice lo posible por conocerle y desde entonces no nos hemos vuelto a separar.
Al principio me costaba un poco entenderle, no sólo por el idioma sino por su forma de ser un tanto especial, rebuscado y complejo, siempre que creía conocerle un nuevo aspecto de él salía a la luz para hacerme dudar, pero poco a poco nos acoplamos y ya no hay secretos que me puedan asustar. Ahora sé lo bueno y lo malo y su fama de ligón ha dado paso a su lado más vulnerable, a una faceta más imperfecta y más humana que todos tenemos y, por supuesto, él también.
Pero a pesar de todo eso, ¿cómo no? Le sigo queriendo, porque así son las relaciones y el amor verdadero no es el idealismo inicial. Sé que, aunque a veces no lo consiga, su objetivo es velar por mi seguridad y hacerme feliz y eso me basta para quererle con locura pese a sus defectos. Que los tiene... ¡Vaya si los tiene! Defectos que me sacan de mis casillas y que a veces no puedo ni soportar pero no quiero que rompamos, al contrario, sé que con mi ayuda y mi compromiso puede llegar a mejorar.
Por eso hoy me comprometo con el Protocolo de Kioto, el único instrumento internacional legalmente vinculante que tenemos en la actualidad para frenar el cambio climático. Es cierto que no es perfecto, pero con un firme compromiso por nuestra parte y algunos retoques aquí y allá puede convertirse en la pareja ideal.
Estos días de negociaciones en Cancún, algunos países como Japón ponen en duda su supervivencia y condicionan la adopción de un segundo periodo de compromiso del Protocolo de Kioto al establecimiento de un acuerdo legalmente vinculante para los países en desarrollo. Es cierto que el régimen internacional contra el cambio climático debe ser, a la larga, legalmente vinculante para todos, pero en Greenpeace entendemos que la forma de conseguirlo no es prescindir del único instrumento que nos ha otorgado protección hasta ahora.
Por eso esperamos que los países industrializados que ratificaron el Protocolo de Kioto, mantengan su compromiso con él y en la cumbre de Cancún manifiesten su deseo de comprometerse con él, de respetarle y serle fiel, en la salud y en la enfermedad, todos los días de su vida.
Aída Vila, responsable de cambio climático de Greenpeace