Hace unos días alertábamos del brote de ántrax en el Ártico como consecuencia del cambio climático en Siberia. Un brote que había matado a un niño Nénet, ingresado a 90 indígenas y acabado con los 2.300 renos de los que depende esta comunidad.
Greenpeace, después de este terrible suceso, ha querido viajar a la península de Yamal, en el noroeste de Siberia, para ser testigo de las terribles consecuencias del cambio climático en esta región. Pero al llegar a Siberia hoy, el equipo de Greenpeace se ha encontrado con sus aliados en la región recibiendo llamadas telefónicas amenazantes e incluso con un indígena detenido por la policía. El detenido no es más ni menos que un veterinario que trabaja en la tundra para eliminar la epidemia de ántrax y ha sido detenido en Yar-Sale cuando iba a reunirse con los expertos de Greenpeace. El resto de personas con los que los ecologistas habían hablado están bajo vigilancia.
Un claro ejemplo de violación del derecho a la información en relación con los impactos ambientales. Y que muestra que las autoridades o las compañías petrolíferas como Gazprom que actúan en la zona tienen algo que ocultar.
Las crecientes temperaturas del Ártico han dado lugar al brote de ántrax, después de un verano inusualmente cálido que ha provocado el deshielo del permafrost que cubría los cementerios contaminados y las zonas dónde se enterraban a los animales.