En el transcurso del 2015, la industria del petróleo, liderada por Shell, ha buscado posicionarse principalmente en dos aspectos: como la vía para alcanzar la prosperidad para millones de personas que viven en la pobreza, y como la voz del realismo y la practicidad en el debate sobre la mejor manera de evitar un cambio climático catastrófico.
Para ello Shell, en conjunto con otras empresas del sector de la energía, han puesto en marcha la Iniciativa empresarial climática de petróleo y gas (OGCI, por sus siglas en inglés). El paso más reciente de esta iniciativa fue el anuncio del presidente de Shell, Chad Holliday, de la creación de la Comisión de la transición de la energía; Shell y otros miembros de la OGCI, anunciaron más planes para combatir el inminente cambio climático. Aunque un análisis de los escenarios energéticos de Shell y BP, demuestra que la retórica de la industria, tanto en el desarrollo internacional como en el cambio climático, está en contradicción con sus propios pronósticos.
Y mientras esta semana suceden las negociaciones climáticas en Bonn, donde los representantes de los países deben trabajar para que el tratado de París del próximo diciembre asegure que nos encaminamos hacia un futuro en 2050 libre de combustibles fósiles, las petroleras BP, Shell y Exxon han dejado claro que no prevén siquiera un 50% de probabilidades de limitar el incremento de temperatura a 2ºC. Los futuros escenarios y los supuestos básicos presentados por las grandes petroleras son consistentes con un incremento global de temperatura que rondan los 4ºC para finales de este siglo.
El Banco Mundial es inequívoco cuando dice que la tarea de promover el desarrollo humano, de acabar con la pobreza, aumentar la prosperidad y reducir la desigualdad global, será un gran reto con un incremento de 2ºC, pero con uno de 4ºC hay serias dudas de si se podrá conseguir.
Shell, BP y otras compañías petroleras y de gas han argumentado repetidamente que el foco debe estar en la reducción de emisiones mediante el cambio del carbón al gas natural. Aunque el gas está menos concentrado que el carbón al quemarse, el momento del cambio del carbón al gas ya ha pasado, según un artículo sobre clima y salud de la revista The Lancet.
Al mismo tiempo, la presión por parte de las grandes petroleras continúa minando las medidas de mitigación del cambio climático que pasan por políticas de prevención que tienen efectos adversos en la venta de sus productos. Shell es el sexto mayor grupo de presión en Bruselas, con un gasto de entre 4.25-4.5 millones de euros al año presionando a las instituciones de la UE, de acuerdo con el registro de transparencia de la UE.
La industria del petróleo parece estar alineada con la sostenibilidad y la lucha contra el cambio climático en su llamamiento para el desarrollo internacional. Sin embargo, una mirada más cercana a sus planes de negocio y los esfuerzos de presión por parte de las grandes petroleras pone de manifiesto que las acciones propias de la industria representan una amenaza significativa al desarrollo sostenible para los países más pobres del mundo.