Ya casi no lo recordamos y parece que han pasado varias décadas. El 13 de noviembre de 2002, a las 15:15h daba comienzo lo que hasta ahora ha sido la mayor catástrofe ambiental en la historia de España, el accidente del Prestige. Oficialmente se vertieron al mar 77.000 toneladas de fueloil residual pesado y muy tóxico, contaminando al menos 2.500 Km de costas españolas, portuguesas y francesas.



Cuando las autoridades reciben la llamada de socorro desde el Prestige, este se encontraba a 27 millas de la costa de Galicia, aunque llegó a estar a solo 4 millas de Muxía. Tras varios días de malas decisiones, negligencias y una alta irresponsabilidad de los entonces dirigentes políticos de nuestro país, el barco se hundía a 260 km de las islas Cíes, iniciando una marea negra catastrófica.

A esto sumamos que el juicio por el accidente tardó 10 años en celebrarse y en él ni siquiera se sentaron en el banquillo los entonces dirigentes políticos que decidieron alejar el barco de las costas, vemos entonces como el despropósito es ya completo.

Si este accidente hubiera sucedido en otro país desarrollado de nuestro entorno (caso del Erika en Francia, por ejemplo), al menos se habrían tomado medidas para evitar que vuelva a suceder una catástrofe similar. Además, se aplicaría la ley para imponer sanciones económicas y la asunción de  responsabilidades.

Sin embargo, “Spain is diferent”. Y aquí lejos de aprender de los errores cometidos en el pasado, los volvemos a cometer una y otra vez. Vease el caso del hundimiento del pesquero Oleg Naydenov en aguas de Canarias el pasado mes de abril. Al margen de las diferencias entre la carga de los dos buques parece que se produjeron las mismas negligencias en las decisiones políticas al alejar el barco de puerto y dejarlo hundir en el océano. Curiosamente con muchos de los mismos responsables políticos que hace trece años provocaron la mayor catástrofe ecológica de España.

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