Hoy es 10 de julio. Hoy hace exactamente 30 años que, poco antes de la media noche, dos bombas explotaron en el casco del Rainbow Warrior estando el barco amarrado en el puerto de Auckland. La segunda de ellas mató a uno de los tripulantes, Fernando Pereira. Pronto se supo que esa había sido la manera elegida por el gobierno francés para impedir que el barco fuera a Mururoa a liderar una flotilla de paz contra las pruebas nucleares que el país galo venía realizando en ese atolón del Pacífico sur.
Maite Mompó, marinera a bordo del Rainbow Warrior
Si el gobierno francés pensaba que con ello iba a acabar con las protestas y con Greenpeace, estaba radicalmente equivocado en ambas cosas. Las flotillas internacionales de paz lideradas por barcos de Greenpeace fueron a Mururoa cada vez que se anunciaba la detonación de una bomba hasta que por fin cesaron las pruebas (la última fue en 1995) y la organización eco-pacifista creció enormemente y se expandió por todo el planeta (contando ahora con millones de simpatizantes).
Si hace treinta años la mayor amenaza a la que se enfrentaba la humanidad eran las pruebas nucleares que simbolizaban el peligro de una guerra nuclear, en la actualidad es el cambio climático. Estamos en un momento en el que ya no podemos decir que éste nos va a afectar en el futuro. Forma parte de nuestro presente puesto que ya nos está afectando a todos, en cada rincón del planeta de una forma diferente. El pasado marzo un gran ciclón arrasó el archipiélago de Vanuatu (el último de una serie de súper ciclones y tifones nunca antes vistos en el Pacífico sur).
Hace apenas una semana leí que los habitantes de las islas Carterets de Papúa Nueva Guinea se han visto forzados a mudarse a tierra firme para comenzar una nueva vida debido a que el mar ha inundado sus pueblos y tierras de cultivo. Por otro lado, me llegan noticias de que en España se están alcanzando temperaturas extremas estos días ¡44ºC en algunos lugares! Y los medios de comunicación se empeñan en llamarle simplemente “ola de calor”. Si no paramos la subida de la temperatura global, estas “olas de calor” serán cada vez más habituales. En España, la temperatura media ya ha subido 1,5º C en los últimos treinta años.
Los expertos en el clima coinciden en que si la temperatura global alcanza los 2ºC, las consecuencias serán irreversibles e inimaginables. No podemos continuar dándole la espalda al cambio climático. Como ciudadanos, es nuestra responsabilidad forzar a nuestros representantes políticos a que se tomen sin más dilación medidas efectivas para frenarlo, especialmente el abandono de combustibles fósiles y la instalación generalizada de energías renovables y limpias. Triste es ver cómo nuestro gobierno va justamente en la dirección contraria y, para más inri, la Comisión Europea acaba de aprobar una normativa que permite a las centrales térmicas de carbón españolas alargar su vida pese a que éstas emiten por encima de los límites establecidos y además pasando por encima de los daños que estas emisiones producen a nuestra salud y al clima del planeta.
En estos momentos, el tercer Rainbow Warrior está navegando sobre la Gran Barrera de Coral de Australia, el mayor arrecife de coral del mundo, tan increíblemente bello y lleno de vida que fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1981. Sin embargo, se calcula que el 50% del arrecife ya se ha perdido debido fundamentalmente a la acidificación del agua (esta es la contrapartida al hecho de que los océanos han absorbido alrededor de una cuarta parte del CO2 lanzado a la atmósfera).
Pero además, sobre las aguas que lo cubren se mueven anualmente miles de barcos cargados de carbón procedentes de las minas que hay en la región nordeste del país y los vertidos de residuos de estas minas se multiplican a lo largo de la costa. Estos barcos tienen como destino centrales térmicas de todo el mundo. Por sí sola, la quema de carbón es responsable de un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. La cosa está pero que muy negra y necesitamos urgentemente cambiar nuestro sistema de vida y tenemos que ser nosotros, ya no tenemos tiempo de aplazarlo para la siguiente generación.
Peter Willcox era el capitán a bordo cuando el primer Rainbow Warrior sufrió el atentado en 1985 y acaba de embarcarse ahora en el barco en el que me encuentro, en el tercer Rainbow Warrior de la saga. Le he preguntado qué es lo que siente, cómo ve las cosas ahora. Esto es lo que me ha respondido: “Hace más de 40 años comencé mi activismo medioambiental. Entonces no tenía ni idea de que hoy estaría aún luchando por el futuro de mis hijos pero aquí es donde nos encontramos. Este es un tiempo en el que tenemos que dedicarnos especialmente a ello porque cualquier cosa que hagamos ahora, cuenta el doble. Cuanto más tardemos en tomar medidas, más dramático será el cambio que tengamos que realizar. Esta es la razón de que lo que hagamos ahora sea tan crítico e importante”.
Post escrito por Maite Mompó, marinera de Greenpeace a bordo del Rainbow Warrior III
- Sumérgete como si bucearas y observa los restos del barco Rainbow Warrior I hundido en esta web
- Más información sobre el Rainbow Warrior (en inglés)