La Conferencia Mundial de Pueblos Indígenas de Naciones Unidas comenzó en Nueva York aunque varias delegaciones que tenían mucho que decir no estaban. La policía y agentes federales de seguridad rusos retuvieron a cinco participantes rusos y les impidieron viajar a la conferencia. Tres de ellos tenían que representar a los pueblos indígenas del norte de Rusia y Siberia, y dos a Crimea.
El Servicio Federal de Seguridad ruso le retuvo el pasaporte a Rodion Sulyandziga, director del Centro de Apoyo de Pueblos Indígenas del Norte, en el aeropuerto Sheremetevo de Moscú. También confiscaron y cortaron las páginas del pasaporte de Anna Naikanchina, miembro del consejo popular de la región de Buryatia.
La policía paró cuatro veces el coche en el que viajaba Valentina Sovkina, líder Saami de la región de Murmansk, hacia el aeropuerto de Kirkenes y lo registró en dos ocasiones.
Como resultado, todos ellos perdieron sus vuelos a Nueva York, donde miles de delegados tuvieron la oportunidad de compartir sus puntos de vista y sus mejores prácticas en la materialización de sus derechos.Estos pueblos no tienen buenas noticias que compartir sobre este asunto.
De esta forma describe Valentina Sovkina su impactante experiencia: “De repente, un hombre joven se acerca e intenta quitarme el bolso. Me tira al suelo...un policía de tráfico está mirando. Cuando mi conductor, Volodya, trata de pararle, el policía le retiene y deja huir al atacante...Después de eso nos dejan solos en mitad de la carretera , sin documentos, sencillamente sentados y esperando”.
¿Por qué estas personas de pueblos indígenas son objetivo de una persecución tan evidente y perfectamente coordinada? Algunos expertos relacionan el tratamiento a los dos participantes de Crimea con el actual conflicto ucraniano. Sin embargo, los otros tres del norte y Siberia no tienen nada que ver con el conflicto. Aunque todos han sido muy activos en proteger los derechos de sus comunidades, que desafortunadamente no han sido nunca una prioridad frente a un gran negocio. Principalmente frente al negocio del petróleo y el gas, que se encuentra detrás de todo en Rusia.
Rodion Sulyandziga, que tendría que haber presidido una mesa redonda en la conferencia de Nueva York, cree que una de las razones es la confrontación entre los pueblos indígenas y el desarrollo de la industria petrolera en el Ártico: “En la conferencia se debatirá sobre el desarrollo en el Ártico y la explotación de sus recursos naturales. Se trata de un tema muy sensible”.
Este no es, por supuesto, el primer intento de Rusia para suprimir los derechos de los activistas Indígenas. En 2013, el Ministerio de Justicia suspendió las actividades de RAIPON (Asociación Rusa de los Pueblos Indígenas del Norte) durante medio año, con el pretexto de las inconsistencias entre los estatutos de la organización y las leyes federales de Rusia. La organización se reabrió después, pero su forma de actuar cambió hacia un mayor conformismo.
Una activista del Ártico de Greenpeace en Rusia, Evgenia Belyajova dice: “Lo que ha ocurrido antes de la Conferencia de Pueblos Indígenas de Nueva York es más que un intento desagradable de silenciar a las pocas personas que aún tienen algo de energía por luchar por su tierra, por su naturaleza y por su cultura. Pero es imposible mantener en secreto la destrucción que las empresas provocan en su tierra”.
Hemos estado en Sibera, Komi, y la región de Yamal-Nenets para ser testigos de esta destrucción. Ríos cubiertos por petróleo, bosques muertos, animales envenenados. Esto es lo que traen las petroleras a los pueblos indígenas.
Destruyen sus vidas y, en el mejor de los casos, les indemnizan con cantidades mínimas, pretendiendo que se perciba como un gran acto de caridad. En muchos casos la industria del petróleo cree que solo con dar un puñado de puestos de trabajos es suficiente para estas comunidades. Pero si les importase algo el medio ambiente, los locales no necesitarían ninguna “caridad” y serían perfectamente capaces de mantenerse por sí mismos como lo han hecho durante siglos.
En lugar de 28 participantes, Rusia estuvo representada en la Conferencia por 23. A aquellos a los que se les permitió estar mostraron al mundo una gran imagen de los derechos indígenas de Rusia, hablando por ejemplo sobre “la amistad entre la industria petrolífera y el pueblo Khanty”.
Las autoridades rusas a menudo subrayan lo importante que es diversificar la economía y preservar aspectos únicos de la cultura rusa. Esperamos que empleen sus recursos en alcanzar en este objetivo más que en feos intentos de silenciar las críticas. Aún no es demasiado tarde para encontrar un equilibrio entre la industria y la población, para conservar algo mucho más valioso que el petróleo.
Escrito por Maria Favorskaya, press officer en Greenpeace Russia
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