Como vasca y pacifista no puedo estar más contenta y emocionada por el abandono de las armas de ETA. Me sumo a las miles, millones de voces de alegría.
Emoción por el recuerdo de todas las personas que murieron por el camino. Nunca más. Ojalá podamos vivir en paz, como diría el poeta Gabriel Aresti, aitaren etxean.
Aquí cómo termina su poema La casa de mi padre, de 1963:
...Me moriré,
se perderá mi alma,
se perderá mi prole,
pero la casa de mi padre
seguirá
en pie.
Miren Gutiérrez, directora ejecutiva de Greenpeace España