L Capitán Barbacuero era un pirata de costumbres inamovibles. Cada mañana jugaba al béisbol con su pata de palo, cada semana se recortaba la barba con su garfio, y cada tres años ponía rumbo a la Isla Volcán para esconder su botín. No el de el pie que no era de palo, que Barbacuero usaba una buena botaza, si no el de los tesoros, lleno de doblones, de pendientes de perlas de señoras pijas, y hasta algún billete del Monopoly.
Allí iba el Capitán una vez más. Por el camino saqueó una docena de barcos, se enfrentó con un calamar gigante, y tuvo tiempo de pasar por un bar de sirenas muy conocido en la zona. Las típicas cosas de piratas, vamos. Nada fuera de lo normal. Hasta que llegó a su destino, donde se llevó una sorpresa desagradable...
¡La isla Volcán ya no estaba allí!
Solo asomaba por el agua el pico de su montaña más alta. ¡Por Neptuno, cómo enfureció al Capitán Barbacuero semejante descubrimiento! Se propuso acabar con los culpables, que de tanto usar coches y electricidad estaban calentado el planeta, y de tanto calentar y calentar habían derretido todos los hielos del mundo y ahora eran todos agua que había llegado al mar. ¡Que terrible situación! Ya no habría castillos de arena en la playa, ni polos de fresa en verano, ni los piratas podrían enterrar más tesoros en islas desiertas.
¡No podía quedarse así la situación! El Capitán se dispuso a remediarla. ¡Ay de aquél que tuviese que enfrentarse a su temida furia, conocida en los cuatro mares y en dos lagos!
¿Qué terrible decisión tomaría? ¿Cómo resolvería el problema? ¿Qué cruel venganza se cernía sobre los culpables? ¡Si queréis saberlo, escuchad hoy la radio Lentejas para tus orejas a las 13:00 o las 19:00!
Guion de Miguel Montañés y Luis López. Entrada de blog por Raúl San Mateo, Guerrero de la Comunicación de Greenpeace.