El Rainbow Warrior ha sido expulsado de las aguas jurisdiccionales de Indonesia. Vale, ya sabemos que nuestras campañas molestan y que para algunas empresas con mucho poder no somos bienvenidos. Pero las aguas internacionales son de todos, eso dice la ley internacional.
Desde ayer dos buques militares de la Armada nos escoltan e invitan a seguir alejándonos de las costas de este país. No nos han dejado ni repostar ni coger víveres.
El Presidente de Indonesia declaró hace un mes que la organización Greenpeace es bienvenida en su país. Hace unos días, el Ministro de Asuntos Exteriores autorizó al capitán del Rainbow Warrior a entrar en el puerto de Jakarta para estos menesteres. Pero la postura inicial cambió radicalmente y ahora no nos coge el teléfono.
Esta situación no solo viola los tratados sobre aguas internacionales sino que es un intento burdo de limitar la libertad de expresión y de movimientos. Esto no es bueno para Indonesia.
Durante los trágicos meses que sucedieron al tsunami que afectó en diciembre de 2004 la región de Aceh, al norte de la Isla de Sumatra, el Rainbow Warrior colaboró en el transporte de ayuda humanitaria y la logística del operativo de emergencia. El Rainbow Warrior es el portavoz de un mensaje de paz y de futuro en un mundo herido por la degradación ambiental. No se puede cerrar las puertas a un embajador así.
La frase “no se puede hundir un Arco Iris” fue acuñada tras el hundimiento del primer Rainbow Warrior por parte de los servicios secretos franceses, también en aguas del Océano Pacífico. Ahora podríamos decir algo como “No se puede expulsar un Arco Iris”.
Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de Bosques de Greenpeace
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