El próximo domingo 3 de julio es el Día Internacional libre de bolsas. Este día debe servir para recordarnos cómo el hecho de rechazar una bolsa de plástico supone un acto que va mucho más allá de estar comprometido con el medio ambiente. Las bolsas de uno solo uso son el símbolo más evidente de la cultura del “usar y tirar” y reflejo de una sociedad basada en el consumismo.
En España, según los datos de CICLOPLAST, cada habitante usa al año cerca de 365 bolsas de plástico de un sólo uso. Esto implica 15.300 millones de bolsas y unas 100.000 toneladas de residuos. Unos residuos que se podrían evitar fácilmente. Además, la reciclabilidad de estos plásticos es muy relativa, ya que tienen que estar bien separados y en muchas ocasiones se trata de una mezcla heterogénea de materiales cuyas aplicaciones son muy limitadas. No es de extrañar que al final únicamente el 10% se recicle, el resto termina en vertederos, incineradoras o esparcidas por campos, ríos, playa o mares.
Mientras la Comisión europea estudia ya, eliminar las bolsas de plástico de un solo uso en 2012 en toda la Unión, España está a punto de aprobar una Ley de residuos que alarga su “sustitución” que no “eliminación obligatoria” al año 2018. El hecho de que España sea el primer productor de la UE de bolsas, podría tener mucho que ver con esto. Sin embargo, el negocio de las bolsas de plástico respecto con el de los envases y embalajes de plástico es mínimo, en torno al 3%. A pesar del alarmismo, las repercusiones sobre el sector del abandono de las bolsas de plástico no biodegradable de un sólo uso en España sería casi anecdótico y un empuje para desarrollar materiales con menos impactos sobre el medio ambiente.
La mejor alternativa a las bolsas de plástico son los carros de la compra, las cestas y las bolsas de tela, de preferencia de materiales ecológicos y de comercio justo. La energía y los recursos utilizados son ampliamente compensados por la infinidad de veces que pueden ser utilizados.
Las bolsas de plástico son solo la punta del iceberg, aunque marcan claramente la sociedad del “usar y tirar” en la que vivimos. Su sustitución debería ser un primero paso hacia un cambio que tiene y debe ser mucho mayor. Existen muchos envases y productos superfluos que llenan cada día nuestra bolsa de basura. Eliminar las bolsas de plástico es un pequeño cambio de hábitos y una gran mejora para el medio ambiente y que no solo queda en decir: ¡No me des la bolsa! (de plástico), gracias
Julio Barea (@JulioBarea), campaña de contaminación de Greenpeace