Faltan 48 horas para el final de la Cumbre Diplomática de Dublín y, si las expectativas que los Gobiernos y la sociedad civil tenemos en estos momentos se cumplen, el proceso será un éxito. El borrador de Tratado que está circulando ya ha sido consensuado en la mayoría de sus aspectos. Y si el resultado no defrauda las expectativas: prohibiría la inmensa mayoría de las bombas de racimo existentes y todas aquéllas que se han usado hasta ahora en los distintos conflictos.
Quedan algunos puntos importantes por cerrar, sin embargo. En estos momentos la sociedad civil está concentrando sus esfuerzos en tres aspectos: que en las próximas horas no se debilite la definición de bombas de racimo adoptada; que no haya retrasos ni periodos de transición; que el Tratado entre en vigor cuando 20 países lo hayan ratificado; y solucionar la cuestión de las operaciones militares conjuntas con países (EE UU especialmente) que no lo hayan firmado.
El ambiente es frenético y las reuniones se suceden. Los delegados gubernamentales se reúnen entre sí, con la Presidencia, con la sociedad civil... Ayer martes, en plena fiebre negociadora por la noche, el trasiego de delegados entre el Estadio y el hotel situado enfrente era continuo. Había reuniones en cada esquina. En la sociedad civil los estados de ánimo pasan del desánimo a la euforia (y viceversa). Los escenarios, las previsiones y las estrategias cambian cada cinco minutos.
Hay nervios, expectación y un estado de excitación contenida. Aunque quedan muchas cosas por atar, el objetivo está mucho más cerca. Ahora, volvemos al trabajo.
En Dublín, Eugeni Barquero, coordinador de campañas de Fundació per la Pau y Mabel González, responsable de Desarme de Greenpeace.