A más de uno que conoce mi trayectoria en Greenpeace le va a parecer extraño el título de mi post. Pero realmente es la mejor forma de expresar las sensaciones que experimento en estos primeros momentos. Llevo prácticamente media vida embarcado en Greenpeace, en el movimiento ecologista, luchando por la defensa del medio ambiente. Tengo ante mi un reto apasionante: dirigir Greenpeace, una organización que lleva décadas comprometida en la defensa del medio ambiente y la paz.
Vivimos unos momentos muy duros marcados por la crisis económica, que yo catalogaría de sistémica. Toda crisis es una oportunidad para el cambio, en este caso para el cambio de modelo económico. Y en este contexto es donde cobra relevancia la defensa del medio ambiente, de un modelo sostenible donde el desarrollo y bienestar humano esté en paz con el planeta. Aquí es donde Greenpeace y el resto de movimiento ecologista van a jugar un papel relevante en un contexto en que la sociedad civil empieza a despertar de un letargo, quizás demasiado largo.
Es precisamente en estos momentos de desánimo colectivo frente a la crudeza de la crisis donde las propuestas de Greenpeace cobran gran importancia porque redundarán en una mejora del empleo y el bienestar, tan amenazados en estos momentos. Conviene decirlo alto y claro: es posible salir de la crisis económica combatiendo el cambio climático mediante un cambio de modelo energético que facilite la implantación masiva de las energías renovables. Es posible mantener y generar empleo combatiendo la sobrepesca, apoyando y trabajando con los pescadores artesanales, que suponen el 80% del sector, para para acabar con la esquilmación de los caladeros por un sector minoritario que está hipotecando el futuro de la pesca. El futuro del turismo pasa por la protección de la costa, no hay otro camino viable y sostenible en el tiempo. Únicamente un modelo agrícola basado en la agricultura familiar y social, alejado del modelo dependiente de dos o tres multinacionales que nos quieren imponer sus transgénicos como la solución a todos los males del campo, pondrá freno al abandono del campo.
Entre todos vamos a estar a la altura del momento. Los más de 100.000 socios de Greenpeace que serán 100.000 activistas remando en la misma dirección, los grupos locales que se extienden por el territorio para hacer llegar hasta la más pequeña población las campañas globales de Greenpeace. Y todas las personas que nos apoyan de una u otra forma para luchar por la protección del medio ambiente.
Termino con una palabras de Bob Hunter, uno de los fundadores de Greenpeace que siempre han inspirado mi trabajo: “Los grandes desafíos parecen imposibles cuando se empiezan e inevitables cuando se terminan”.
Mario Rodríguez Vargas (@mario_rod_var), director ejecutivo de Greenpeace España