En los últimos días asistimos con espanto a una serie de incendios forestales de una agresividad poco frecuente. Las llamas se extienden practicamente sin control en muchos puntos del país, y ya hay cinco víctimas mortales de estos fuegos. Los equipos de lucha contra los incendios forestales luchan tenazmente, aunque las condiciones climáticas hacen de su trabajo una tarea casi imposible. Y es aqui dónde quería detenerme.
Ya vivimos una situación similar a la actual en los trágicos incendios de Guadalajara en julio de 2005, en los de Galicia de 2006, y en los incendios de canarias de 2007.
Sabido es que son diversos los factores que influyen en los incendios forestales: el uso del suelo, la reducción de la actividad agrícola, las políticas forestales o el abandono del medio rural. Pero asistimos a una tendencia muy preocupante: las estadísticas muestran un constante aumento de los grandes incnedios forestales - aquellos en los que se quema una superficie superior a las 500 hectáreas.
Ello a pesar de que en los últimos años los datos totales de superficie quemada muestren una tendencia global a la baja. Sin embargo, el dato de los grandes incendios es indicativo de que las condiciones de sequedad ambiental, altas temperaturas y fuertes vientos es cada vez mayor. Precisamente en línea con las predicciones de los científicos del clima que nos alertan sobre los impactos ya visibles del cambio climático.
El drama que se vive en estos días en nuestros montes sgue una tendencia estadística la alza. Ello a pesar de que cada vez son más y mejores los medios con los que se cuenta para la lucha contra los incendios forestales. Esta mejora en los medios de extinción debiera reflejarse en una reducción significativa especialmente de los incendios grandes. La realidad es la contraria.
La tendencia observada de aumentos de las temperaturas medias en nuestro país tiene consecuencias ecológicas. Puede que en el imaginario colectivo un grado más o un grado menos no tenga mayor impacto. En la natuarelaza lo tiene, y su efecto es dramático.
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Juan Lopez de Uralde, director de Greenpeace España
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