Las energías renovables nos siguen dando alegrías y aportando esperanza a pesar de las enormes barreras a las que se enfrentan. El viernes pasado, el suministro de electricidad procedente de renovables superó el 50% de la demanda eléctrica del día: 346 GWh de un total de 683 GWh. Yo mismo fui testigo el día anterior, durante una visita al centro de control de Red Eléctrica de España, de cómo las renovables estaban aportando en ese momento el 44% de la demanda instantánea: 3/4 del total renovable venía de la eólica y el resto se repartía a medias entre la hidráulica y la solar fotovoltaica, hecho notable ya que había 1.500 MW fotovoltaicos funcionando ¡siendo un día nublado!
Lo del viernes fue, además, la primera vez que las renovables superaban el listón del 50% en un día laborable, cuando más energía se consume. Y no pasó nada, ningún apagón, ningún problema de ninguna clase... desde el punto de vista técnico. Por cierto, todos estos datos se pueden ver en la web de REE.
Pero la cuestión de los intereses económicos es diferente. España tiene ahora una sobrecapacidad de generación de electricidad, es decir, tenemos muchas más centrales (más potencia) de la que necesitamos, lo cual se “agrava” con la menor demanda debido a la crisis económica. La razón es simple: se han instalado cada vez más renovables (y centrales térmicas de gas de ciclo combinado), pero no se han cerrado centrales viejas apenas. Todos pensaban que la demanda de electricidad seguiría creciendo indefinidamente y que todo lo que se construía encontraría fácilmente quién consumiría su electricidad. Pero lo que está ocurriendo ahora es que, con la demanda que hay, la generación de las renovables le está quitando “demasiadas” horas de funcionamiento a las centrales térmicas. Las primeras “víctimas” son las térmicas de gas, que están funcionando menos tiempo del que necesitan para recuperar la inversión, ya que son las que dan la energía más cara. Pero la siguiente “víctima” es el carbón, especialmente el carbón nacional, que es el más caro. Desde el verano, las eléctricas han dejado de quemar carbón nacional en sus térmicas, ya que tienen montañas de carbón comprado y acumulado que no pueden quemar porque la electricidad que producen con él es demasiado cara para competir en el mercado eléctrico.
Hasta aquí, para los que defendemos el medio ambiente, buenas noticias. Pero esta realidad molesta cada vez más a las eléctricas y a las empresas mineras. Ya lo dijo el otro día el presidente de Gas Natural, quitándose la careta (y sin avergonzarse por ello): hay que poner freno a las renovables, porque dice que cuestan “demasiado”. Claro, le cuestan demasiado a él, porque su empresa decidió, sin que nadie le obligara a ello, construir masivamente centrales térmicas de gas, y luego decidió, además, comprar Unión Fenosa, cargada de térmicas de carbón. Lo que es evidente es que, en estos momentos, alguien sobra, ya que no hay demanda para tantas centrales. Y las grandes eléctricas están señalando claramente a quién quieren quitar de enmedio: a las renovables.
Lo peor es que el Gobierno está actuando en consecuencia. Por un lado, ha puesto en marcha un pre-registro para todas las nuevas centrales renovables que quieran acogerse a las primas vigentes, un primer paso para imponerles un tope, es decir, pretenden transformar los objetivos de renovables en límites máximos. Por otro lado, ha presentado un decreto que da a las térmicas que quemen carbón nacional un sistema de prima, con prioridad de acceso al mercado, similar al que tienen las renovables, de forma que se les garantice que cubran hasta el 15% de la demanda. ¿Que el carbón es demasiado caro para competir? ¡A paseo con el mercado, el carbón hay que quemarlo y se acabó! Uno se pregunta a qué y cómo vamos a Copenhague... En fin, la batalla está servida.
Jose Luis García, responsable de la campaña de cambio climático de Greenpeace.
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