Hoy es el Día Internacional contra los Ensayos Nucleares. Desde 1945 han sido realizadas más de 2000 pruebas nucleares en más de 60 lugares alrededor del globo. Las armas nucleares fueron diseñadas y probadas para ser el arma definitiva, fijando un legado de miedo y destrucción. Ninguna otra invención humana ha tenido tanto impacto sobre la historia de la humanidad en las últimas décadas.
Greenpeace protesta contra los ensayos nucleares frente a la Casa Blanca durante el mandato de George Bush padre.
La oposición a las pruebas nucleares han formado parte de Greenpeace desde el principio. Y han sido parte de mi propia historia, tanto persona, como profesionalmente. Yo tenía 24 años cuando viví en primera persona los desastrosos impactos de las pruebas nucleares sobre la gente y sobre el medio ambiente. Era el año 1985 y yo iba como marinera en el barco de Greenpeace Rainbow Warrior, en una campaña antinuclear en el Océano Pacífico. Nuestra primera misión era la de ayudar a 360 miembros de la comunidad Rongelap a trasladarse lejos de las Islas Marshall en las que vivían, en el Norte del Océano Pacífico para escapar de la contaminación que había causado una ronda de pruebas nucleares estadounidenses algunos años antes.
Bunny McDiamid es recibida por mujeres de la isla de Rongelap. Bunny estaba a bordo del Rainbow Warrior ayudando a la evacuación de los isleños desde que un ensayo nuclear en 1954 hiciese su isla peligrosa para vivir.
Durante diez días ayudamos a mujeres, hombres, ancianos y niños, muchos de los cuales sufrían consecuencias en su salud por su exposición a la radiación. Tuvieron que dejar sus hogares, en una tierra que había estado poblada por sus antepasados durante décadas. La tierra que amaban ya no podía sostenerlos por más tiempo y sin embargo les hacía enfermar. La tragedia que tuvieron que vivir no fue por su culpa, y los culpables hicieron poco o nada por los afectados. De hecho, les dijeron que lo habían hecho “por el bien de la humanidad y para terminar todas las guerras mundiales”. La estupidez detrás del pensamiento de que las armas de destrucción masiva son el camino a la verdadera seguridad y la paz lamentablemente no ha dejado de estar presente aún hoy en quienes ostentan el poder. Esta pequeña historia ocurrida en el Océano Pacífico nos afectó profundamente a todos los que estuvimos envueltos en ella y quedó claro que la conexión entre la violencia que se aplica a la Tierra y la violencia que se aplica a la gente importaba bien poco a aquellos que lo estaban haciendo.
De Rongelap fuimos en barco hasta Nueva Zelanda. Se suponía que el Rainbow Warrior, conduciría una flotilla de barcos que navegarían al este de Moruroa, en la Polinesia Francesa, donde las autoridades francesas estaban realizando pruebas nucleares. Nuestros planes fueron dramáticamente alterados en una manera en la que ninguno de nosotros podría haber predicho. El 10 de julio de 1985, agentes del servicio secreto franceses, bajo órdenes de su Gobierno, colocaron dos bombas sobre el casco del Rainbow Warrior. Las bombas explotaron y el barco se hundió en unos minutos. Nuestro amigo y compañero Fernando Pereira murió en la explosión.
El Rainbow Warrior, tras la explosión perpetrada por el Gobierno fancés.
Nuestro Rainbow Warrior nunca llegó a Moruroa. Fue dañado sin posibilidad de reparación, aunque estaba allí en espíritu. Una gran flotilla incluso mayor de barcos zarpó hacia el Pacífico para protestar contra las pruebas nucleares. Se recaudó dinero para ayudar a poder adquirir un nuevo Rainbow Warrior, que volvió varias veces al Pacífico, hasta que las pruebas nucleares se pararon en 1996.
Las cosas ahora son diferentes. Los ensayos nucleares a gran escala han llegado a su fin, en gran medida gracias a las personas que se levantaron y mantuvieron sus protestas, de mil formas distintas que han sido necesarias para cambiar el curso de la historia. Los gobiernos, que durante décadas sostuvieron que las pruebas nucleares eran “limpias y seguras” ya no pueden aferrarse a esa mentira.
Activistas de Greenpeace protestan contra la reapertura de la central nuclear de Garñona, en Burgos.
Muchos de los detalles relacionados con la trágica historia de los ensayos nucleares permanecen ocultos, pero la verdad está saliendo. Documentos desclasificados del Ministerio de Defensa de Francia muestran que las pruebas nucleares en el Sur del Pacífico en las décadas de los 60 y 70 fueron mucho más tóxicas de lo que se reconoció anteriormente. La lluvia radiactiva de plutonio afectó a la totalidad de la Polinesia Francesa. Tahití, la isla más poblada, fue expuesta a niveles de radiación 500 veces superiores a los niveles aceptados.
La justicia ha sido muy lenta y no ha actuado de forma completa con las víctimas de las pruebas nucleares. Solo a principios de los 90 Estados Unidos reconoció el daño causado en Rongelap y tras largas batallas legales se acordó el pago de algunas compensaciones. No fue hasta 2010 cuando Francia reconoció que podría haber un proceso de compensación (complejo y limitado a una pequeña zona geográfica) para los veteranos y civiles afectados por los ensayos. Muchas de las víctimas aún siguen luchando para ser reconocidas.
Como ocurre con el trauma que causan, el impacto de las pruebas nucleares no se puede limpiar ni borrar, la contaminación que origina la radiación no solo tiene consecuencias sobre quienes viven en las regiones afectadas, sino también sobre las generaciones futuras. No existen tecnologías capaces de limpiar eficazmente la radiación, y casi 30 años más tarde muchas de las personas que vivían en Rongelap continúan viviendo en el exilio.
Evacuación de habitantes de la isla de Rongelap en el Rainbow Warrior, 1985.
Me siento inspirada por las historias de aquellas personas cuyas vidas se han visto afectadas de forma irreversible y han convertido su tragedia en una lucha para lograr un bien mayor. La República de las Islas Marshall, donde se encuentra Rongelap, ha iniciado acciones legales contra los nueve Estados con armas nucleares por no haberse desarmado. En Japón, los “Hibakusha”, supervivientes de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, lideran una campaña contra las armas nucleares. No debemos dejarles solos.
Los Estados con armas nucleares continúan con la posesión, desarrollo y modernización de estas armas, pensando que así estarán más seguros en un mundo complejo que cambia rápidamente. Pero esto es una farsa. No obstante, también hay un número creciente de países que se posicionan en contra. El año pasado, la mayoría de los estados miembros de Naciones Unidas apoyaron una resolución para establecer un grupo de trabajo para el desarme nuclear, que ha recomendado la negociación de un nuevo tratado que prohíba las armas nucleares. No será este un camino fácil, pero sin duda merece la pena.
No podemos permitir que las armas de destrucción masiva sean lo que determinan la seguridad para las personas que vivimos en este pequeño planeta que es nuestra casa. En lugar de eso, debemos dejar que la valentía y el sacrificio de millones de personas sirvan para escribir un capítulo diferente en el futuro de nuestra historia, donde hayamos superado y ganado la lucha contra los ensayos nucleares, contra las armas nucleares.
Bunny McDiarmid es directora ejecutiva de Greenpeace Internacional