Incapaces de demostrar sus argumentos en las publicaciones y  foros científicos correspondientes, los negacionistas del cambio climático hace tiempo que optaron por la guerra sucia. De ninguna otra manera puede calificarse el robo de cientos de emails de la Universidad de East Anglia, a los que ahora se agarran para seguir diciendo lo que siempre dijeron: que podemos seguir quemando combustibles fósiles tranquilamente.


Nada de lo ocurrido  con el robo de los correos es sorpredente. El negacionismo es un movimiento perfectamente organizado, que defiende unos intereses concretos - los de la industria de los combustibles fósiles - que lo financia generosamente. Hay numerosos informes, por ejemplo, que han mostrado la financiación por parte de algunos gigantes petroleros, como Exxon, de los principales think-tanks del negacionismo. Sus tácticas son conocidas. Se conoce su origen, y las instituciones norteamericanas que los promueven.

 

Era esperable que, a las puertas de la cumbre de Copenhague, una cita acordada por los gobiernos hace dos años en Bali, para firmar un nuevo acuerdo contra el cambio climático, se sufrirían ataques como el sufrido por la Universidad de East Anglia. Unos correos robados no valdrían como prueba de nada en un juicio, pero el negacionismo ya ha condenado a todos ellos, a la Universidad y de paso a la acción humana sobre el clima.

Sin embargo los ataques contra las personas son la norma en el negacionismo. Nuevamente la falta de argumentos se suple con la descalificación. En España los hemos vivido en primera persona. Algunos ejemplos destacados son el periodista Gustavo Catalán, quien fue víctima de una campaña de descalificaciones permanentes en internet, por el mero hecho de informar sobre el cambio climático; el catedrático Antonio Ruiz de Elvira, que es sacudido un día sí y otro también; y así sucesivamente. Cualquier persona o institución que denuncia las consecuencias de la acción humana sobre el clima es, simplemente, denostada desde el anonimato en el que se esconden muchos a través de internet.

Así están las cosas. Pero la respuesta es muy simple: en vez de robar correos ajenos, investiguen ustedes y demuestren sus teorías. Hasta entonces, dejennos en paz. Gracias.

 

 

Juan López de Uralde, director de Greenpeace España