Estos días en el Principado de Asturias la cosa está que arde. Sobre la mesa está el debate de construcción de una incineradora de residuos sólidos urbanos (RSU) en Serín. Según el propio Gobierno asturiano (PSOE), la decisión de instalar esta planta queda en mano de los partidos políticos. Bonita manera de quitarse el marrón de encima, ya que el socio de Gobierno del FSA-PSOE, Izquierda Unida se niega en contemplar esta posibilidad y amenaza con dejar la coalición.
Tanto PP como FSA-PSOE, parecen que se han puesto de acuerdo en construir la incineradora, el único escollo para ellos era el tema de la financiación que parece han resuelto ya. Serán 250 millones de euros, que como todos sabemos subirá al menos un 25% más (como ocurre con todas las obras públicas de este país), y que saldrá del bolsillo de los contribuyentes asturianos. Estos verán casi duplicar lo que pagan de tasa de residuos (de 60 euros a unos 110 euros al año).
Y todo ello, con plataformas ciudadanas, organizaciones de consumidores, ecologistas y gran parte de la población en contra del proyecto. Estas han demostrado que existen alternativas sostenibles que podrían sustituir a la incineradora, iniciativas que ya están en marcha en otros lugares de España y que están dando buenos resultados en separación y recuperación de basuras. La incineración es el peor sistema para la gestión de residuos, junto al vertido. A sus altos índices de contaminación, las afecciones negativas a la salud, la destrucción de recursos naturales, la emisión de gases de efecto invernadero y a la escasa creación de empleos, se suma que es la menos rentable económicamente.
Entonces, ¿porqué quieren poner en Serín esta planta? Paradójicamente, en Galicia, el PSOE se niega a la construcción de una nueva incineradora, sin embargo, en Asturias la cosa es bien distinta. ¿Un ejemplo de la falta de coherencia política? o ¿Cómo el dinero está por encima del bien común? Parece que en este caso la salud de los asturianos puede servir a algunos para hacer negocio.
Julio Barea, responsable de la campaña de contaminación de Greenpeace