Hay un pequeño archipiélago en el Pacífico formado por 33 islas que se llama Kiribati. Ya hace años su Presidente, Anote Tong, hizo un llamamiento despesperado en una de las reuniones internacionales del Protocolo de Kioto, porque Kiribati se hunde a causa del cambio climático. Ahora están preparando planes de evacuación para sus 100.000 habitantes: "Puede que estemos ya en el punto de no retorno, que en poco tiempo nuestras pequeñas islas acaben sumergidas" ha dicho Tong. Nueva Zelanda ya se ha ofrecido a acogerlos.
Por más que nos parezca tan lejano, no somos ajenos a la suerte que corre Kiribati. Desde nuestra tribuna privilegiada podemos observar el sufrimiento de aquellos isleños sin darnos por aludidos, o tratar de hacer algo al respecto. Se trata de combatir el cambio climático, haciendo frente a la necesidad de reducir las emisiones de CO2.
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De continuar la actual tendencia de aumento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero también nuestras costas se verán afectadas. Uno de los lugares que primero sufrirán los efectos de la subida del nivel del mar es La Manga del Mar Menor (Murcia).
La Manga del Mar Menor es un lugar que debió ser protegido de la especulación urbanística en su momento. El valor ecológico del conjunto del mar Menor y la Manga hubiera merecido en su momento ser preservado como Parque Nacional. Pero el ladrillo se hizo fuerte en aquel paraíso que el mismo dictador Franco permitió urbanizar, y ha ido saturando cada uno de sus rincones. Nadie se atrevió a detenerlo, en lo que constituye una de las mayores vergüenzas ecológicas de este país. Ahora a la destrucción del ladrillo se suma el cambio climático.
Greenpeace denunció hace unos meses las consecuencias del cambio climático en ese lugar a través
del documento fotográfico Photoclima. Por realizar aquella denuncia algunas inmobiliarias de La Manga han arremetido contra Greenpeace, y nos exigen indemnizaciones milllonarias - que superan los veinte millones de euros - a través de unas cartas cuyo contenido se mueve entre el chantaje y la amenaza.
Más les valdría a los promotores de estas misivas unirse a la lucha contra el cambio climático para evitar quer La Manga siga el camino de Kiribati. Pero claro, parece que lo fácil es matar al mensajero.
Juan López de Uralde, director de Greenpeace