Las protestas contra la energía nuclear continúan en Japón y cada viernes, desde marzo, decenas de miles de personas se concentran en la residencia del primer ministro para pedir que las centrales nucleares que se encuentran paradas (52 de un total de 54, y sin falta de suministro eléctrico) no se pongan en marcha y que se abandone definitivamente la producción eléctrica con energía nuclear en el país asiático.
Actualmente, el Gobierno nipón quiere que las centrales continúen operando hasta 2030, fecha en la que el país diría adiós a este tipo de energía. Las empresas propietarias de las centrales están presionando fuertemente para volver a poner en marcha las plantas paradas y retrasar su cierre definitivo. Y entre tanto la empresa TEPCO, propietaria de la central de Fukushima ha sido nacionalizada por el Gobierno, al no poder hacer frente a los costes que continúa originando la central y a las futuras indemnizaciones que recaerán en el Estado.
Sin embargo, las secuelas que ha dejado en el país el desastre nuclear de Fukushima ha hecho que el rechazo a este tipo de energía cale en amplios sectores de la sociedad, incluyendo la clase política y empresarial. Según una reciente encuesta, el 42 % de los diputados nipones están a favor de que el país prescinda totalmente de las nucleares y el 60 % se declara en contra de construir nuevas centrales. Otro estudio de opinión indica que una de cada cinco grandes empresas en Japón quiere que el país abandone totalmente la energía nuclear antes de 2030. En noviembre hay elecciones generales y todo apunta a que el abandono nuclear será uno de los temas calientes durante la campaña electoral.
Un año y medio después de iniciarse el desastre nuclear hay 52.000 desplazados que no han podido volver a su hogar, sus negocios y trabajos en la zona del desastre. Los que vivían en las zonas más contaminadas no podrán volver jamás debido a la persistencia de la radiactividad. Los menores de edad de la prefectura de Fukushima, que fue la más expuesta al yodo radiactivo que emitieron durante meses las nucleares siniestradas, deberán someterse a controles periódicos de tiroides de por vida. A día de hoy, a uno de cada tres niños sometido a control se le han detectado bultos en las glándulas tiroideas que podrían degenerar en tumores en un futuro . Algunos estudios ya han encontrado mutaciones en mariposas y en la costa que rodea Fukushima se siguen encontrando plantas y peces con altos niveles de radiacción.
En Fukushima Daiichi las actividades de refrigeración y control en cuatro de sus reactores continúan año y medio después, y la empresa TEPCO sigue inyectando varios miles de litros de agua a la hora para mantenerlos a baja temperatura. También se quiere drenar el agua subterránea bajo los reactores y almacenarla en un nuevo gran depósito, a la vez que se construyen barreras en la costa para evitar que el agua radiactiva se filtre al mar a través del subsuelo. Además, se ha hormigonado el lecho marino que rodea la planta debido a su alta contaminación radiactiva y como medio para contener su dispersión. Mientras en tierra se están realizando podas de la vegetación, también contaminada, que rodea la central para reducir la dosis de radiación que reciben los trabajadores.
Las consecuencias de este desastre son incalculables pero las oportunidades son mayores sin nucleares, en el país del sol naciente.
Rodrigo Marcos (@rodrionline), campaña antinuclear de Greenpeace.