En estos momentos, los incendios incontrolados hacen que la situación en el sureste de la península sea desesperada. Los ajustes presupuestarios que están afectando a tantos sectores vitales de nuestra sociedad también han llegado a los fondos destinados a la prevención y extinción de incendios, como ya denunciábamos en el informe “No se puede bajar la guardia”. También avisábamos de que, lamentablemente, esta reducción se preveía más acusada en los próximos años.
En el caso de la Comunidad Valenciana, y según han denunciado diversos sindicatos y partidos políticos, esta reducción alcanzó en 2011 al 70% de los efectivos y medios desplegados. Para 2012, y según los datos conocidos en prensa, la reducción en la lucha contra los incendios de la Comunidad Valenciana ha sido de 15 millones de euros, un 14% menos. La primera pregunta que surge es: ¿Dónde están las prioridades sociales, económicas y ambientales de nuestros gobernantes? La mayor concienciación y sensibilidad ciudadana con respecto a los incendios, una vez más, se ve ninguneada por las malas decisiones políticas que nos ahogan en humo y cenizas estos días.
Junto a las negligencias presupuestarias, nuestros gobernantes olvidan que España es uno de los países más afectados de la Unión Europea por el cambio climático, algo que se pone de manifiesto en los registros de aumento de las temperaturas: mientras la media mundial y europea de aumento de temperatura es de 0,7 y 0,9 grados centígrados, respectivamente, en España la temperatura ha aumentado ya más de 1,5ºC.
Lo anterior, junto con otros impactos del cambio climático como la menor disponibilidad de recursos hídricos y la mayor proliferación de sequías o de olas de calor contribuyen decisivamente a "sentar las bases" para que un incendio pueda convertirse, como en el caso que nos ocupa, en un Incendio de Alta Intensidad (IAI). Tanto los científicos climáticos como los expertos forestales lo tienen claro: los cambios de uso del suelo y los errores en materia de política forestal y de prevención de incendios son causas determinantes en los grandes incendios forestales, pero el contexto de cambio climático acuciante en el que vivimos tiene mucho que ver con el aumento de frecuencia e intensidad de este tipo de episodios.
Y, por si todo esto fuera poco, tenemos que hablar también de peligro nuclear. Este incendio sólo tiene una buena noticia, y es que no ha llegado a la nuclear de Cofrentes. Pero cuando las lecciones no se quieren aprender la testaruda realidad se encarga de recordárnosla. La energía nuclear es muy peligrosa, y no es necesario un tsunami para desencadenar una catástrofe nuclear. El pasado jueves el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) nos contaba que, por problemas en la línea de suministro eléctrico, debidas al incendio, se arrancaban los generadores diésel. Esto es necesario para mantener la refrigeración del núcleo ya que sin ella el desastre nuclear está asegurado, pero eso no lo contaba el CSN, lo que decía era su habitual muletilla: el suceso no ha tenido repercusión para los trabajadores, la población ni el medio ambiente. Menos mal que el viento sopló para otro lado, por muy duro que resulte para todos aquellos a los que el viento no favoreció, porque Cofrentes no está asegurada contra incendios.
Lo primero y más urgente es controlar y apagar los incendios y proteger a las poblaciones afectadas, pero, conociendo los ingredientes con los que hemos cocinado este desastre, no podemos permitirnos guardar la receta en el cajón.
Maria José Caballero (@mjocaballero), Aida Vila (@Aidavilar) y Raquel Montón (@raquelmonton), responsables de campaña de Greenpeace
- Comunicado de prensa: Greenpeace advierte del aumento de la intensidad y virulencia de los incendios forestales debido al cambio climático