Esta tarde, Laura Zúniga Cáceres, hija de la activista hondureña Berta Cáceres, recogerá el premio Artemio Precioso que otorga Greenpeace España a aquellas personas destacadas por su labor medioambiental y en defensa de la paz.
Berta fue asesinada por ser mujer, feminista, e incansable defensora de los derechos humanos y ambientales en Honduras. Sólo doce días después de su muerte, Nelson García, miembro de COPINH, la misma asociación que Berta, era asesinado. Tres meses más tarde, Lesbia Yaneth Urquia, en campaña contra la presa de Agua Zarca, como Berta, sufría el mismo destino.
Lamentablemente, éstos son sólo unos pocos ejemplos que muestran la dimensión global de la indefensión que sufren aquellas personas que se dedican al activismo ambiental. En los últimos dos años más de 340 activistas medioambientales y de derechos humanos han sido asesinados. Una muerte cada poco más de dos días.
El informe El Precio del Activismo señala la insostenible situación de acoso y violencia que sufren las personas que defienden los derechos ambientales, sociales, culturales y económicos y que se reparten por todo el planeta. Recoge ejemplos a modo de muestra de la situación global. También nos hemos fijado en España, donde el respeto a los derechos humanos está consolidado, pero donde el activismo ambiental también tiene un precio.
Nombres y apellidos de personas que con su activismo nos han dado y nos dan un ejemplo de coraje y valentía a diario y que este año desde Greenpeace personalizamos en Berta Cáceres, de la que recordamos estas palabras: “Vos tenés la bala…Yo la palabra…La bala muere al detonarse…La palabra vive al replicarse”.