Esta es la conclusión a la que llega el estudio que Greenpeace África publicó ayer coincidiendo con la reunión de los máximos dirigentes de los BRICS (Brasil, India, China, Rusia y Sudáfrica) en Durban (Sudáfrica). El informe, titulado “Powering the future: renewable energy roll-out in South Africa” desmiente algunos de los principales mitos sobre energía en África e insiste en que las renovables son la mejor alternativa para el continente y, en especial, para Sudáfrica, país en el que se centra el estudio.
Sudáfrica acaba de construir dos nuevas centrales térmicas de carbón, dos fábricas de cambio climático que no sólo dan al traste con el compromiso de ambición climática que tiene con el resto de países africanos -con los que se coordina para negociar conjuntamente en los foros internacionales y entre los que se encuentran muchos de los más vulnerables a este fenómeno- sino que le resta flexibilidad en la negociación de una estrategia climática común en el marco del grupo BRICS.
Seguir confiando en el carbón, además, representa un ingente derroche de recursos hídricos que en un país en el que todavía existe un elevado porcentaje de la población sin acceso a agua potable es muy difícil de justificar, además de la factura sanitaria por enfermedades relacionadas con la mala calidad del aire. Pero es que, además, la quema de carbón en mega centrales deja sin solución al principal problema de los países africanos, garantizar el acceso energético al millón de personas (un tercio de la población) que se encuentran entre las franjas más pobres o viven en los territorios más remotos del país.
Un reto, el del suministro generalizado, que Sudáfrica comparte con el resto de países BRICS y cuya prioridad se puso claramente de manifiesto hace dos años, cuando la reunión del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático se celebró en Durban o el año pasado, cuando la Conferencia Rio+20 recogió, entre las prioridades mundiales, el acceso a la energía sostenible para todos.
La estrategia energética sudafricana, marcada por el cortoplacismo y el trato de favor a las compañías con intereses en el sector carbonero y nuclear, nace de una concepción errónea: la de contraponer los términos “seguridad de suministro” y “acceso general a la energía” que van de la mano cuando hablamos de energías renovables.
Pero la buena noticia es que Sudáfrica tiene ahora la posibilidad de dar un giro. Puede aprovechar el aumento de la demanda energética derivada de un creciente sector industrial y el reto de generalizar el suministro eléctrico para repensar su modelo energético, empezando por aumentar sus compromisos de generación renovable (limitados por ahora al 9% para 2030) porque, tal y como demuestran el informe de Greenpeace, esta es la mejor forma de dar potencia (eléctrica y económica) al país.
No caigamos en la trampa que nos tiende a menudo el sector de los combustibles fósiles, no pensemos que gas, carbón o petróleo son las únicas vías, o las más baratas, para encender la luz de África. Esto no es más que la enésima excusa del sector para justificar su supervivencia, pero lo cierto es que lo que África necesita son renovables que rentabilicen su clima, que lleguen a los rincones más remotos y que no agraven problemas, como el cambio climático o la escasez de agua, que tanto afectan al continente.
África puede brillar con luz propia y Sudáfrica tiene la oportunidad de ser el primer país en demostrarlo. Desde Greenpeace seguiremos trabajando para que así sea.
Aida Vila (@Aidavilar), responsable de la campaña Cambio climático de Greenpeace España.