Incluso cuando no son bonitos, los bosques son útiles. No podríamos comenzar el día ni salir de casa temprano sin haber tocado o haber estado relacionado con algo que tiene que ver con los bosques.
Pero pese a que los bosque cumplen funciones económicas, sociales y ecológicas irremplazables, no les dejamos vivir. Podríamos pensar en esos 14 millones de hectáreas de bosques que desaparecen anualmente, una superficie similar a Portugal. La mente se nos va fácilmente a la Amazonia o a los bosques de Indonesia donde habitan los últimos orangutanes.
O podríamos quedarnos más cerca. En las montañas del norte de España, entre León y Asturias, quieren hacer pasar un línea de alta tensión, la línea Sama-Velilla, a través del bosque conocido como Faedo de Ciñera. Sólo será, dicen, una herida longitudinal, una tremenda herida de 122 km por toda la montaña sobrevolando además un bosque mágico.
Aunque las torres de alta tensión sólo ocupen unos miles de metros cuadrados, su colocación supondrá la apertura de vías de acceso que dañarán el bosque. Un espacio herido más. Un bosque bien conservado menos.
Miguel Ángel Soto, responsable de la campaña de Bosques de Greenpeace.
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