Esta foto de una central de transformación de maderas, en Chinchilla (Castilla La Mancha) nos hace reflexionar sobre el aire que respiramos cada día. Puede parecer un montaje, pero no lo es, la foto es real, este es el aspecto que tiene nuestra atmósfera y al que deberemos acostumbrarnos si no actuamos ya frente al cambio climático y reducimos, de verdad, las emisiones de CO2.
Uno de los medios para lograr esta reducción es el sistema de comercio de emisiones europeo, que permite a las empresas elegir entre reducir sus emisiones, invirtiendo en tecnologías limpias o pagar por contaminar a través de la compra de derechos de emisión. Este mecanismo, bien aplicado, es el idóneo para conseguir que “quien contamine, pague”. Pero, pese a ser el mejor mecanismo de flexibilidad que establece el Protocolo de Kioto para lograr reducir las emisiones de CO2, su aplicación práctica deja mucho que desear: la Comisión ha sido demasiado permisiva tanto en el establecimiento de los límites de emisión de CO2 como en la asignación de los derechos de emisión, que en algunos casos se ha convertido en una “subvención” para contaminar.
Actualmente se está discutiendo en Europa la nueva Directiva que regulará el Comercio de Emisiones, que debería corregir los errores cometidos en la aplicación de la anterior, y establecer el límite máximo de emisiones totales de CO2 en Europa, para 2020, en el 30%, tomando como referencia los límites de 1990.
Más información acerca de la Posición de Greenpeace sobre los objetivos de reducción de emisiones para 2020.
Patricia Bermejo: Campaña Cambio Climático
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