Han pasado cinco meses desde que en Copenhague los líderes mundiales mostraran su desinterés por salvar la Tierra. Ahora con el grifo de petróleo abierto en el Golfo. de México nos preguntamos cuánta más destrucción hace falta para que de una vez por todas se ponga freno a una adicción, la del petróleo, que nos lleva a la destrucción. Tenemos la tecnología renovable. Sólo falta la voluntad política para ponerla en marcha. Como primer paso: ¡paren este vertido!
Los que hemos vivido algunas mareas negras sabemos muy bien que una vez que el petroleo llega al medio ambiente poco se puede hacer por reducir su terrible impacto sobre el ecosistema. No puede haber otra prioridad ahora mismo que parar ese vertido al mar de casi mil toneladas al día.
Lo que estamos viendo estos días en el Golfo de México es un escándalo de dimensiones planetarias, que dejará pequeño al Exxon Valdez o al Prestige. Pero sobre todo pone en cuestión la credibilidad de un sector, el petrolero, cuyo récord de agresiones a la Tierra alcanza nuevas cotas con este vertido.
La petrolera BP debe parar ese vertido. No hay excusas. Si no lo hace llevará a la ruina a un ecosistema único, y a miles de personas.
No nos engañen más. Todos sabemos que las barreras tienen una efectividad muy limitada. En cuanto sopla el viento, el crudo las salta sin problema. Los disolventes causan mas daño que el que palian. Como vivimos en Galicia, sólo las manos, las palas y las excavadoras sirven para retirar el crudo al llegar a tierra. En el mar igualmente: tratar de absorberlo por medios mecánicos. No hay otra vía para tratar de reducir los impactos.
Este vertido tiene la virtud, al menos, de haber dejado en evidencia a Obama en su discusión de reabrir la costa americana a la explotación petrolífera. Nos preguntamos ahora qué debe ocurrir para dar la vuelta a la inacción contra el cambio climático, causado por el mismo petróleo que hoy ensucia la costa de Luisiana. ¿No es hora hoy de poner en evidencia al dañino y poderoso lobby petrolero?
Juan López de Uralde, Director de Greenpeace