El atún rojo (Thunnus thynnus), una de las especies de peces más emblemática en nuestro país, se encuentra en grave peligro de extinción por la brutal presión pesquera. Si desaparece el atún rojo, con él se van prácticas pesqueras milenarias que todavía se mantienen en nuestro país, como las almadrabas. Lo que poca gente conoce, es que la población de atún rojo se distribuye por todo el Atlántico, y que una parte de ella no se reproduce en el Mediterráneo, sino en el extremo occidental del Golfo de México, exactamente en la zona afectada por el vertido.
Cuando los atunes abandonan el Mediterráneo se dirigen hacia el Atlántico. Algunos de estos atunes del este van en algún momento a reproducirse al oeste. Se desconoce qué proporción sigue ese camino: todavía hay grandes incógnitas sobre la reproducción de este magnífico animal. Como en otros casos, estamos destruyendo el recurso antes de conocerlo bien.
Ambos núcleos reproductores se han visto drásticamente reducidos, pero el atún rojo occidental está todavía más amenazado que el mediterráneo. El drama se cierne nuevamente sobre el atún rojo: la zona en la que se está produciendo el vertido de petróleo, cuyo origen es un pozo abierto por la plataforma de la petrolera BP Deepwater Horizon es exactamente el lugar de desove. Y lo que es peor, es ahora justamente esa temporada. Por si fueran pocos los problemas de esta especie, ahora se encuentra con sus lugares de puesta convertidos en un auténtico mar tóxico.
Muchas especies de peces se encuentran ahora desovando en ese área. Pero en estado larvario son especialmente sensibles a la contaminación por hidrocarburos. Las larvas no pueden huir. Son movidas por las corrientes, y por tanto viajarán junto al crudo hasta morir.
Por otro lado el próximo día 15 se abre la pesquería en el Mediterráneo y los pesqueros se preparan para ir a por el último atún rojo del Mare nostrum. Incapaz de conseguir que el Convenio Cites lo protegiera, la Unión Europea ha repartido las cuotas de pesca de este gran túnido. Tal vez en esta ocasión sean las últimas, no por su afán conservacionista, sino por la reducción de los stocks hasta su práctica extinción.
Juan López de Uralde, director de Greenpeace España