En invierno la playa es aún más hermosa. La habitan criaturas diferentes de las que la abarrotan en verano. Cuando llegan los fríos, la playa queda vacía y libre para que las aves invernantes la ocupen a sus anchas, y se paseen por ella sin agobios las criaturas que la habitan. Lejos de las aglomeraciones veraniegas, las playas son para el invierno.
Para mí, las más bellas están en el Cantábrico. Allí todavía se conservan algunos espacios litorales que aún no han sido tocados por el ladrillo. Otros lo han sido, pero todavía la herida en sus paisajes no ha sido mortal. Ojalá se preserven durante mucho tiempo.
Hace unos días estuve en una playa única en el Parque Natural de Liencres. Probablemente el más importante arenal de la costa cantábrica española. Se trata de un lugar de una belleza sorprendente. Bajo el fondo de los Picos de Europa cubiertos de nieve, se alza la impresionante y protegida duna hasta llegar a la desembocadura del Pas. Es precisamente el encuentro de la corriente litoral, con la del río la que permite el depósito de arenas que van formando la duna. Un lugar formidable.
Como otros muchos espacios naturales que todavía se conservan en España fue salvado de su destrucción por los ecologistas. Las extracciones de arena para la construcción amenazaban su misma existencia, hasta que fue declarado Espacio Protegido en 1986.
Sin embargo, los problemas continúan: el municipio de Piélagos ha recibido en los últimos años varias sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria (TSJC) que han puesto en cuestión la legalidad del urbanismo practicado por ese Ayuntamiento. Entre otras, se han dictado cuatro sentencias de derribo contra otras tantas urbanizaciones que suman un centenar de viviendas en la localidad costera de Liencres y se ha declarado ilegal un plan parcial que permitía construir 400 apartamentos y chalés en el Alto del Cuco, incrustados mediante taludes en la ladera del monte. Esperemos que todas estas sentencias de derribo se ejecuten.
Mientras tanto otro habitante ya habitual de la playa continúa llegando, empujado suavemente por las olas: la basura. En invierno las playas no se limpian, así que no aparece el ejército de vehículos limpiadores que cada mañana de verano prepara los arenales para que al turista no el afecte su propia basura. En invierno, por tanto, plásticos de todo tipo yacen sobre la arena, como residuos perennes de nuestro insostenible modo de vida, haciendo del paseo invernal por la playa, un motivo para la reflexión ecológica.
Juan López de Uralde, Director Ejecutivo de Greenpeace España