Cuando uno llega a Beijing se encuentra una ciudad ordenada, limpia y moderna. Muy lejos de lo que era hace tan sólo un puñado de años, la capital china es un gigante en marcha, pero... ¿a qué coste ecológico? Lo primero que uno se pregunta al ver todos estos modernos edificios es de dónde sale el agua para dar de beber al sediento monstruo, ya que se encuentra ubicada en el reseco norte del país; la siguiente cuestión es, obviamente, de dónde viene la energía.
Los días en que esta ciudad era un mar de bicicletas han quedado atrás. A pesar de que aún hay 8 millones de ciclistas en la ciudad, y de que la ciudad tiene carriles bici en la mayor parte de las grandes calles, el coche se ha hecho dueño de la ciudad y, por cierto, la mayoría de nueva factura. Apenas se ven viejos vehículos.
Aquí la crisis económica no parece afectar a la venta de coches. En los primeros meses del año el parque de vehículos de la ciudad aumenta en 1.500 al día, una cifra superior a los 13.00 al día del pasado año. Ya hay más de 3,5 millones de vehículos registrados.
China obtiene su energía fundamentalmente del carbón. Hasta un 70% de sus necesidades energéticas se cubren con carbón, frente a una media mundial del 40%. Esto hace que su nivel de emisiones sea brutal. En la actualidad China ha superado ya a Estados Unidos como primer emisor mundial de gases de efecto invernadero, si bien la emisión per cápita todavía es muy baja comparada con los países desarrollados.
Analizar todos los impactos ambientales que está sufriendo el medio ambiente en China y sus efectos sobre el medio global es la tarea a la que dedicaré este blog los próximos días. Seguro que encontramos alguna sorpresa, subidos en esta bicicleta que lucha por volver a imponerse también en China.
Juan López de Uralde, director ejecutivo de Greenpeace España