El valor de la eficiencia

En tiempos de escasez y de crisis económica, el ahorro y eficiencia energética debería ser una prioridad. Sin embargo, más allá de los discursos y las campañas publicitarias, las acciones brillan por su ausencia. Y nadie parece que se presente a las elecciones ofreciendo reducir el derroche de energía.

Tal vez piensen que, si podemos llegar a suministrar todas nuestras necesidades de energía con renovables, como Greenpeace ha demostrado con Energía 3.0, ¿para qué queremos ahorrar? ¿qué necesidad hay de recurrir a la eficiencia energética?

Pues porque queremos hacer eso mismo, satisfacer exclusivamente con renovables no solo el consumo de electricidad, sino todas las necesidades de energía en todos los sectores (transporte, edificación, industria, etc.), pero hacerlo de forma más fácil, rápida, sostenible y asequible. Y eso se logra gracias a la eficiencia energética y la inteligencia.

La gran diferencia que aporta la eficiencia energética es que se necesita mucha menos energía para satisfacer los mismos servicios. En su conjunto, el despliegue de medidas de eficiencia, la inteligencia y la integración del sector energético -de forma que los sectores comparten recursos e intercambian energía- conducirá a un ahorro del consumo de energía total de un 72% si se compara con la energía que se consumiría en 2050 en la España peninsular de seguir como hasta ahora. El consumo energético se reduce más de la mitad -55%- si se compara con 2007.

Por el contrario, seguir consumiendo energía al ritmo actual, conduciría a una situación insostenible en 2050, ya que aumentaría el consumo energético total un 57% respecto al año 2007. El consumo de combustibles, mayoritariamente fósiles, aumentaría un 46% y se duplicaría la demanda de electricidad.

En la opción de eficiencia el mayor consumo de energía sería de electricidad, que en 2050 sería solo un 14% mayor que en 2007, y algo más de la mitad de que se consumiría de seguir como hasta ahora. Por contra, se reduciría mucho el consumo de combustibles, que pueden ser procedentes de biomasa sostenible o bien de hidrógeno producido con electricidad renovable.

Con todo ello, el tamaño del sistema eléctrico sería mucho menor del que se necesitaría para cubrir una demanda que crezca sin control. En definitiva, gracias a la eficiencia podemos lograr más con menos.