Ayer la Autoridad Federal del del Transporte Motorizado de Alemania reveló lo que Greenpeace y diferentes organizaciones científicas y ecologistas ya habían advertido: el fraude cometido por Volkswagen no es un caso aislado, sino una práctica extendida por la mayor parte de los fabricantes de automóviles.

Estamos seguro de que este no será el único caso en los próximos meses: a medida que se vayan haciendo públicos los resultados de los estudios que se están haciendo por diferentes organismos públicos y privados se sabrá con más detalle el grado de magnitud y la extensión de la masiva estafa cometida. Las consecuencias que puede tener un fraude como el de VW es que se acumulen niveles alarmantes de contaminación, como está sucediendo hoy en Madrid.



Este escándalo ha tenido grandes repercusiones sociales y políticas, no solo por el engaño deliberado a los consumidores, sino también por el daño que ha supuesto para la salud de las personas y para el medio ambiente el haber seguido comercializando automóviles con unas elevadas emisiones contaminantes y de gases de efecto invernadero.

Un ejemplo de ello es la grave contaminación que está padeciendo en la actualidad Madrid, causada en un 80% por el tráfico rodado, y en su mayor parte por la enorme cantidad de automóviles que circulan por la capital. Aunque la responsabilidad y la solución a esta situación depende fundamentalmente del Ayuntamiento y pasa por la disminución del número de automóviles en circulación, consideramos que una responsabilidad importante recae también en los fabricantes de automóviles, en sus engaños y en los gobiernos europeos que les han permitido fabricar vehículos con altos niveles de emisión.

Durante años los fabricantes alardearon del esfuerzo realizado y el éxito conseguido por lograr coches mucho más eficientes, con unas emisiones contaminantes inferiores a las de versiones anteriores. Pasadas cerca de dos décadas nos encontramos sin embargo que las emisiones reales de dióxido de nitrógeno de los automóviles son prácticamente las mismas que en los años 90 y que el consumo y emisiones reales de gases de efecto invernadero tampoco han mejorado significativamente. Dos décadas en las que el único éxito logrado por parte de la industria del automóvil ha consistido en hacer un enorme lobby político para evitar que por nuestras ciudades circulen menos coches y que los vehículos sean más eficientes y menos contaminantes. Es decir, dos décadas pérdidas en la lucha contra la contaminación atmosférica y el cambio climático.

Se explica así porqué nuestras ciudades siguen contaminadas, con unas repercusiones en la salud de las personas enormes: por episodios de alta contaminación como el que padece estos días Madrid se estima que cada año fallecen prematuramente en toda España 27.000 personas y en la UE 400.000 personas.

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