Corrían los primeros días de junio de 2003 y el Rainbow Warrior II, hoy ya jubilado, espera desde hacía días en la bocana del Puerto de Valencia la llegada de un buque en cuyas bodegas viaja madera procedente de los bosques tropicales africanos. Según nuestras investigaciones, la madera procedía de la tala ilegal, una lacra que afecta todavía a los bosques de la Cuenca del Congo y otras regiones del mundo.
En la madrugada del 3 de junio, Juan Ignacio Garnacho, Nacho para los amigos, hace la primera guardia de la noche en el puente del Rainbow Warrior. En algún momento la radio rompe el silencio de la noche: “Pilot, pilot para el Honour. Pilot, pilot para el Honour”.
Nacho da el aviso: “arriba todo el mundo, el Honour está aquí". En pocos minutos las lanchas están en el agua y los activistas listos para la acción. Mientras, el práctico, quién debe guiar la maniobra de entrada del barco al puerto, ha salido al encuentro del Honour. Pero no puede acceder al buque maderero, allí estamos nosotros. Tras una intensa media hora, el capitán del Honour se rinde, decide echar el ancla y esperar la luz del día. El práctico da la vuelta y vuelve al puerto.
Nacho recuerda: “ocupamos el ancla y aguantamos allí toda la noche. Al día siguiente nos preparamos para subirnos a los dos mástiles, hacernos fuertes allí y seguir en el barco en su viaje hacia Italia, su próxima parada. Pero la cosa se complicó”.
Amanece en Valencia con el mar en calma. Durante la mañana, nos visita la Guardia Civil y la Delegación del Gobierno de Valencia nos hace llegar una orden de abandonar inmediatamente la acción. Por la tarde, en torno a las 17:00 pm, una flotilla de varias lanchas rápidas y dos patrulleras de la Guardia Civil, comandadas por Juan Cotino, entonces Delegado del Gobierno en Valencia, se disponen a asaltar el Rainbow Warrior.
“En medio de un rugido ensordecedor producido por los motores a toda máquina del Rainbow Warrior, las patrulleras de la Guardia Civil nos hicieron un bocadillo. La primera oficial del barco, Madeleine, y yo intentamos evitar el abordaje interponiéndonos con nuestros cuerpos en los costados del barco, pero pese a nuestros esfuerzos y debido al gran número de policías, pudieron con nosotros y nos abordaron. Su primer objetivo era el control del puente de mando momento que aprovechamos para escapar y subirnos al palo mayor. Se liaron a golpes con los cristales porque se encontraron todos los accesos al puente cerrados y en ese momento fue cuando vimos que ya nada podíamos hacer”.
La escena es más compleja. Alrededor del Rainbow Warrior, y huyendo del acoso de la Guardia Civil, un par de lanchas rápidas de Greenpeace siguen el abordaje desde el agua. En una de las lanchas va Daniel Beltrá, hoy renombrado fotógrafo con varios premios internacionales, quién recoge el momento que acompaña este texto. Una gran foto.
El barco, las lanchas y toda la tripulación fuimos apresados. El Ministerio de Fomento nos impuso una fianza multimillonaria y el Puerto de Valencia se convirtió en una cárcel durante 21 días, con el barco y sus activistas aislados y un lugar remoto del puerto. Pero ni podíamos ni debíamos pagar esa fianza, era injusta. La presión internacional al Gobierno Español pidiendo la liberación del Rainbow Warrior fue en aumento. Sentimos la solidaridad de toda la organización y también la de numerosos colectivos valencianos que nos apoyaron y organizaron actividades, conciertos, marchas ciclistas, etc. Hasta el grupo de pop-rock The Pretenders colgó una pancarta en el escenario durante su concierto en Valencia e incluso vinieron a visitar el barco como muestra de apoyo.
“10 años después me entero que ha entrado en vigor en la Unión Europea una Ley de Madera que obliga a las empresas a demostrar que la madera que comercian procede de fuentes legales. Hemos ganado esta campaña y me doy cuenta de lo duro que es tumbar a la gente que tiene el poder y que lo usa en su propio beneficio. Pero lo hemos conseguido gracias al apoyo de mucha gente, de todos aquellos activistas que estaban a bordo del Rainbow Warrior pero también de los que vinieron al barco a apoyar, a darnos ánimos, los que presionaron al gobierno o los que han apoyado el trabajo de Greenpeace con su cuota”.
No se puede puede hundir un Arco Iris y menos todavía se le puede meter en la cárcel. Escuchando hoy los recuerdos y anécdotas de Nacho compruebo una vez más que la historia se mueve cuando todos arrimamos el hombro, sea en sentido figurado o real, como hicieron Nacho y Madeleine cuando arrimaron el hombro para frenar el abordaje del Rainbow Warrior.
Más allá de las anécdotas, viendo hoy esta foto siento un gran orgullo por pertenecer a esta organización y gratitud hacia todos los que con su gran o pequeña aportación han hecho posible que hayamos dado este paso de gigante. ¡Gracias!
Juan Ignacio Garnacho (@NachoGarnacho) y Miguel Ángel Soto (@NanquiSoto)
Imágenes: Daniel Beltrá (@BeltraStudio)@BeltraStudio