Hoy nos llega una triste de noticia de Japón: un trabajador de Fukushima ha contraído leucemia. Lo ha comunicado el Ministerio de Sanidad de Japón. El trabajador estaba involucrado en la limpieza de los reactores nucleares destruidos, y ha sido diagnosticado con leucemia "aguda" debido a su exposición a la radiación.
Según el Washington Post, el hombre, que trabajó en el lugar de la catástrofe nuclear de Fukushima Daiichi entre 2012 y 2013, tiene "leucemia mielógena aguda, un cáncer de la sangre y la médula ósea". Su condición es resultado directo de su trabajo en Fukushima. Nuestros pensamientos están con él y su familia y esperamos que está recibiendo el mejor tratamiento médico que Japón pueda ofrecer.
A la luz de esta triste noticia, muchas personas tienen preguntas por responder.
Primera: el propietario y operador de Fukushima, TEPCO, se ha comprometido firmemente con la seguridad de sus trabajadores. Textualmente: "La seguridad de los trabajadores y empleados que participan en la operación de desmantelamiento es la más alta prioridad". Eso, al menos, es lo que dice su web.
La compañía tiene que reconocer que sus medidas han demostrado ser insuficientes.
Segunda: el presidente de Japoń, Abe, ha dicho en repetidas ocasiones que la situación en Fukushima está "bajo control". Su gobierno está levantando las restricciones en las zonas contaminadas y obligando a los evacuados a regresar.
El diagnóstico del trabajador demuestra lo vanas que son sus palabras. El levantamiento de las restricciones deben ser detenido inmediatamente.
Tercera: la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) tiene que revisar su prematura y complaciente evaluación de la situación en Fukushima. Tan solo hace un mes que la OIEA ignoró las principales incertidumbres y la falta de datos con el fin de declarar que no habría consecuencias para la salud discernibles como consecuencia de la catástrofe de Fukushima.
A ello le siguió la noticia de que el profesor Toshihide Tsuda, de la Universidad de Okayama, publicaba un estudio revisado por pares con un incremento del cáncer de tiroides en los niños que eran menores de 18 años y que viven en la zona en el momento del desastre.
Abe, TEPCO y la OIEA tienen que cambiar de rumboe y actuar con rapidez.
¿Qué se está haciendo para identificar y ayudar a otros trabajadores que también pueden verse afectados? Los procedimientos de seguridad en Fukushima deben ser revisados y mejorados radicalmente de manera urgente.
Las declaraciones poco científicas y sin fundamento que minimizan los impactos a largo plazo de la catástrofe de Fukushima en la salud de las personas y el medio ambiente realizado por el OIEA y el gobierno japonés debe ser retiradas y reconsideradas.
Los trabajadores y los ciudadanos de Fukushima están sufriendo las consecuencias de este desastre nuclear, y están haciendo caso omiso de esta realidad que niega su sufrimiento y socava su lucha por la justicia para ellos y sus familias.
La vida de las personas está en juego. La enfermedad, la propaganda y las falsas promesas son las pobres recompensas para los valientes trabajadores de Fukushima y para los evacuados que sufren por causas ajenas a su propia cuenta.
Justin McKeating, bloguero nuclear en Greenpeace International, y Raquel Montón, responsable de Campaña Antinuclear de Greenpeace España