Sólo faltan tres días para la Cumbre Climática de Copenhague, la mejor oportunidad para decidir un acuerdo justo, ambicioso y vinculante para proteger el clima y definir un mecanismo que reduzca las emisiones procedentes de deforestación (lo que se conoce como REDD: reducción de emisiones de la deforestación y la degradación de bosques) que suponen la quinta parte de las emisiones globales.
Para proteger el clima, sí o sí, hay que proteger los bosques del planeta. Y por ello, surgen muchas iniciativas de protección, entre las que se encuentran las del Banco Mundial, que ha encabezado la reforma de la legislación forestal de los bosques de la República Democrática del Congo. Los bosques no se protegen sólo con buenas palabras. Greenpeace y otras organizaciones, como Global Witness y la Fundación Rainforests, han escrito al Banco Mundial para denunciar el fracaso de sus políticas anteriores en zonas como el Congo. Sirva como ejemplo el informe de inspección que elaboró el Banco Mundial en 2007, donde aseguraba que una industria tan destructiva como la maderera beneficiaba a las comunidades locales y contribuía a la reducción de la pobreza.
No piensan lo mismo las mujeres del pueblo congoleño de Equateur, que en septiembre realizaron una protesta en la que bloquearon las máquinas de una compañía maderera. El Banco Mundial está trabajando en el mecanismo REDD. Produce inquietud que el dinero destinado a la protección de los bosques pueda acabar en la industria maderera. Y es que existe una gran presión para que el futuro acuerdo internacional sobre el clima incluya en el mecanismo REDD actividades como la explotación forestal como forma de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
El Banco Mundial encabeza una reforma forestal pero sus planes están muy lejos de resolver los problemas del sector: corrupción, impunidad, explotación laboral. ¿Trabaja por un futuro sostenible o por un lavado de imagen?
Carta de Global Witness y la Fundación Rainforests (en inglés)
Mónica Parrilla, Campaña de Bosques