En la playa de El Algarrobico, en pleno Parque Natural del Cabo de Gata, se alzó ilegalmente una enorme mole que iba a ser hotel. Cada día iba creciendo el monstruo de cemento y hormigón, que se adentraba hasta la misma playa, a pesar de las protestas de la ciudadanía preocupada por el entorno. Gracias al trabajo sin fin de las organizaciones ecologistas que llevaron el asunto a los tribunales, por fin llegó una orden judicial que paralizó las obras, y ahora se alza el esqueleto del edifico esperando - esperamos - a ser derribado.
No faltan en Carboneras - municipio en el que se asienta el bicho - los apoyos políticos a esta aberración urbanística. Desgraciadamente los políticos parecen estar muy lejos de esta sensibilidad sobre la necesidad de armonizar nuestra relación con el entorno. Poco importa la legalidad, cuando de dar facilidades al cemento se trata. Lo vemos cada día.
Con una costa mediterránea enormemente degrada por la presión urbanística, la infraestructuras, y la propia erosión costera, la opinión de que "al menos en el Cabo de Gata, no" se extendió rápidamente y caló en la opinión pública.
Para buscar salida a esta situación se encontraban ya muy avanzadas las negociaciones entre la Junta de Andalucía, el Ministerio de Medio Ambiente y la inmobiliaria.
Pero cuatro meses después de las elecciones, en el Ministerio de Medio Ambiente ni siquiera se ha nombrado un Director General de Costas, lo cual muestra el desinterés del nuevo equipo del Ministerio por la preservación de nuestro litoral. Así que, a pesar de las promesas El Algarrobico sigue en pie, como un recordatorio de que el cemento sigue amenazando lo poco que queda de nuestro litoral hoy, igual que ayer.
Juan López de Uralde, director de Greenpeace
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