Desde que el buque Esperanza encontrara al buque ballenero Nisshin Maru en aguas de la Antártida, la flota ballenera japonesa no ha podido dedicar ni un sólo minuto a cazar rorcuales comunes, lo que sin duda es una buena noticia.
El Nisshin Maru, donde se despiezan y congelan las ballenas que sucumben bajo los arpones japoneses, seguido por el Yishun Maru nº2, uno de los barcos encargados de detectar la presencia de los cetáceos, emprendieron la huida según avistaron al Esperanza. A cualquier cosa le llaman “ciencia”. Tras salir de las zonas de caza, los dos barcos, seguidos del Esperanza, se unieron al Oriental Bluebird, para reabastecerse de combustible, aunque, de momento, el mal tiempo no se lo ha permitido.
Mientras tanto, la moral en el Esperanza es alta y la tensión se palpa en el ambiente. Todos están preparados para saltar a las zodiacs en cuanto la flota enviada por el Gobierno japonés reanude su caza. Si esto sucediera, los activistas de Greenpeace volverían a intentar salvar a cuantas ballenas fuera posible interponiéndose entre éstas y los arpones.
“Es, simplemente, injustificable que especies amenazadas sean cazadas para que su carne llegue a los mercados en nombre de la investigación científica (...). Ellos [el Gobierno japonés] hablan de “ciencia” y de que la caza de ballenas es una “tradición cultural” y así se lo cuentan al resto del mundo (...) Tanto el Gobierno como el público que defienden la caza de ballenas deberían ser conscientes de su engañoso punto de vista.” Este es el mensaje dejado por Kochi en la web de Greenpeace Japón, y es tan sólo uno de los cientos que la página está recibiendo estos días.
Decididamente, debemos seguir luchando con todas nuestras fuerzas para acabar con esta barbaridad sin sentido. Cada día somos más.
Maria José Caballero, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace.
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