Hoy, Día de la Tierra, asistimos en Nueva York a la firma oficial del Acuerdo de París sobre Cambio Climático. Una gran reunión internacional en la que más de 160 representantes de los estados de todo el mundo se dan cita para firmar su adhesión al Acuerdo.
La imagen tiene lugar cuatro meses después de la Cumbre de París y constituye el pistoletazo de salida para que los países ratifiquen lo antes posible las medidas que van a implementar para contribuir a la consecución de los objetivos. El principal de todos ellos consiste en evitar que la temperatura media global supere los 1,5ºC de subida respecto a los niveles preindustriales, umbral a partir del cual se desencadenarían los fenómenos más adversos para la vida del planeta y el proceso de calentamiento global dejaría ya de estar bajo control de los seres humanos; como advierten los expertos climáticos del IPCC.
Sin embargo, en los cuatro meses que han transcurrido desde París, más allá de las preocupantes revelaciones sobre cómo la temperatura global sigue alcanzando máximos históricos, pocos avances políticos han trascendido a la escena internacional. En lo que respecta a la Unión Europea la posición de la Comisión Europea de no modificar los objetivos de reducción para 2030, haciéndolos más ambiciosos, y postergar la decisión hasta 2023, revela incluso una actitud política despreocupada que no está a la altura del enorme reto que tenemos por delante.
Pero las palabras y las firmas del Acuerdo de París no son suficientes mientras los países no establezcan compromisos ambiciosos y vinculantes que marquen el comienzo de una nueva era por un futuro basado al 100% en energías limpias y renovables, y sin deforestación. Sobre todo porque los planes presentados de manera voluntaria hasta el momento implican una subida de temperatura media al final del siglo de 3ºC, es decir, el doble de lo máximo aceptable y comprometido globalmente.
Así pues, parece claro que mantener la presión y movilización social es la única forma de lograr que nuestros políticos defiendan el interés de las personas y de las generaciones futuras por encima de los intereses vinculados a las energías fósiles. Disponemos de las herramientas, la capacidad y el conocimiento necesario para construir un mundo más sostenible. Pero eso no debe llevarnos a pensar que todo depende exclusivamente de lo que nuestros políticos acuerden en grandes foros internacionales: la forma en la que consumimos, comemos, nos movemos, nos vestimos, habitamos, etc., tiene mucho que ver con nuestra “huella climática” y nuestra contribución personal al calentamiento global. Cambiando determinados hábitos podemos contribuir también a reducir considerablemente nuestras emisiones y servir de ejemplo a personas que tenemos cerca.
Por eso, mientras exigimos a los líderes políticos que actúen y se comprometan también debemos actuar y comprometernos con la reducción de emisiones desde nuestros pequeños ámbitos de intervención. No es sólo un imperativo ético si realmente nos preocupa el cambio climático, sino también una forma de incitar al cambio en nuestras redes próximas y cercanas, aquellas en las que tenemos alcance y que no depende de otros.
Por esta razón, Alianza por el Clima, plataforma de la que forma parte Greenpeace, mientras en Nueva York se gesta la foto del Acuerdo de París, hace un llamamiento a la sociedad y a todas las personas comprometidas con la Tierra para que compartan un gesto de acción climática que inspire a otras personas a actuar por el clima. Hazte un selfie con tu compromiso por la tierra y tuitéalo con el hagstag #22ActúoXClima
Asimismo, ha presentado en el Congreso de los Diputados las propuestas políticas en el ámbito estatal para luchar contra el cambio climático, exigiéndoles que las aprueben lo antes posible.