Esta semana comenzaba en París la Cumbre del Clima para evitar un calentamiento acelerado de la Tierra. Pekín amanecía también esta semana gris de contaminación activando la alerta naranja para reducir los niveles altísimos que padece la ciudad, y en Madrid se ha activado de nuevo el protocolo contra el episodio de alta contaminación, que podría alargarse los próximos días si el anticiclón se mantiene; como según los pronósticos parece que va a ocurrir.



París, Madrid o Pekín simbolizan estos días dos distintas realidades de lo que implica la problemática y resolución de los impactos ambientales: su estrecha conexión entre la vertiente global y la local, dos ópticas distintas de una misma problemática. Pero, mientras que el cambio climático se discute en magnitudes de tiempo que abarcan decenas de años, y sus medidas requieren de complejos acuerdos internacionales, la contaminación del aire impacta localmente y requiere de medidas urgentes y simples.

Lo paradójico es que las medidas necesarias para mitigar la contaminación de nuestras ciudades lo son también para frenar el calentamiento global, y viceversa. La quema de combustibles fósiles es la principal causa de emisión de gases de efecto invernadero y de sustancias contaminantes. La única diferencia es que unas impactan globalmente, alterando el clima, y las otras lo hacen localmente, reduciendo nuestra calidad de vida.

Tal vez, cuando durante las próximas dos semanas escuchemos hablar de compromisos, plazos largos, grados de temperatura y numerosos porcentajes, en vez de abstraernos tratando de entender lo que significa esto, deberíamos pensar también en esas más de 30.000 personas que cada año fallecen prematuramente en España a causa de la contaminación atmosférica o en las alergias que tanto merman nuestra calidad de vida, por citar solo una de las múltiples afecciones que la contaminación agrava.

Los automóviles emiten alrededor del 15% de emisiones de gases de efecto invernadero de Europa, y en muchas ciudades como Madrid es el principal causante de la contaminación atmosférica (70-80%). Lograr ciudades menos dependientes del automóvil es, por tanto, la mejor forma de reducir su contribución a ambas problemáticas ambientales. Lograr que los automóviles sean realmente más eficientes - sin fraudes como los de Volkswagen- mediante acuerdos internacionales y Directivas Europeas, contribuye también al mismo objetivo. 

Luchar contra con el calentamiento global es luchar por ciudades más limpias y habitables. Así que cuando en las próximas dos semanas veamos y escuchemos a los líderes políticos, tengamos muy presente el lema “piensa globalmente, actúa localmente”, porque cuando la Cumbre termine, con un acuerdo u otro, Madrid y Pekín tendrán que seguir enfrentándose a la contaminación, y ahí sí que nuestra acción, actitud y comportamiento cuentan y mucho.