Cuatro de mis amigos pasarán esta noche en una cárcel danesa, en aislamiento, detenidos sin juicio durante las navidades y Año nuevo. He tenido amigos en la cárcel antes, pero nunca bajo circunstancias tan ridículas como estas. El jueves 17 de diciembre, Juan López de Uralde, Nora Christiansen y Christian Schmutz pasaron todos los controles de la policía en un convoy de tres vehículos y consiguieron llegar hasta el Parlamento danés, donde la Reina Margarita II ofrecía una cena de gala para los Jefes de Estado que asistieron a la Cumbre Climática de Naciones Unidas.
Sorprendentemente, no se trató de una operación sofisticada. Se basó enteramente en materiales sencillos y fáciles de obtener. Se pusieron logotipos de “Greenpeace” en los parabrisas de las limusinas alquiladas por los activistas, y uno de los carteles se sujetó con dos calcetines. En una de las matrículas se incluyó el número “007” – una referencia a James Bond. Las luces de “policía” en lo alto de otro de los coches se compraron a través de internet por 50 coranas danesas (6,70 euros).
Juan, vestido de smoking, y Nora, vestida con un traje de seda rojo, recorrieron la alfombra roja como “Jefe de Estado del Reino Natural y su esposa”. Christian entró detrás de ellos como su ayudante. El trío iba justo delante de Hillary Clinton. Una vez dentro del gran salón, desplegaron dos pancartas amarillas donde se leía: “Los políticos hablan, los líderes actúan”. Los guardias retiraron las pancartas y les arrestaron en unos pocos segundos. La policía detuvo posteriormente a Joris Thijssen, responsable de la campaña de Cambio Climático de Greenpeace, al día siguiente, mientras comía en un restaurante alegando que estuvo involucrado en la actividad.
Nora, 35 años, Juan, 46, y Christian, 37, tenían un único objetivo cuando irrumpieron en el banquete de la Reina: enviar un recordatorio amigable a los Jefes de Estado sobre el escaso y precioso tiempo que quedaba para asegurar un acuerdo justo, ambicioso y legalmente vinculante para el clima – y que debían utilizar el tiempo que durase la cena sabiamente. Dichos líderes mundiales se reunieron en Copenhague para la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Clima, pero fracasaron en su liderazgo, y no hicieron nada para detener el calentamiento del planeta.
La actividad de los “Cuatro de la Alfombra Roja” está en línea con la larga historia de protestas de Greenpeace. La primera tuvo lugar en 1971, cuando un pequeño grupo de mujeres y hombres preocupados decidieron que, por el bien del planeta, había que parar las pruebas nucleares que EEUU llevaba a cabo en la isla de Amchitka, propensa a los terremotos, cerca de la costa de Canadá. Decidieron navegar hasta la isla para actuar como testigos. Su viaje, en un viejo barco en peligrosas aguas, quedó inacabado pero lograron llamar la atención de medio mundo. Las pruebas nucleares en Amchitka acabaron ese mismo año.
Muchos argumentarían lo mismo que yo, que el cambio climático expone al mismo nivel de amenaza la vida en este planeta que las bombas nucleares hace 40 años. Según el Foro Global Humanitario que lidera Kofi Annan, 300.000 personas han muerto como resultado del cambio climático este año.
Durante todo este año, en el camino a Copenhague, la sociedad civil ha tratado de que los políticos entendieran que ha llegado el momento de actuar. No pueden jugar a los dados con el futuro de nuestros hijos. No es negociable. Más de 15 millones de personas se han unido a la llamada de la campaña de tcktcktck (que incluye a organizaciones como Amnistía Internacional, Avaaz, Greenpeace, 350, Intermon Oxfam y WWF) para demandar un acuerdo justo, ambicioso y vinculante para detener el cambio climático. Hemos conseguido pequeñas victorias, incluyendo que se haya hecho de la justicia climática un tema tan grande e importante que ni los medios de comunicación ni los políticos no asistieran a la conferencia.
Desafortunadamente, no ha sido suficiente para que la conferencia de Copenhague haya sido una farsa y haya acabado con un documento llamado el “Acuerdo de Copenhague”, totalmente vacío de contenido. Esto no significa que nuestras acciones no hayan tenido impacto. No, estoy convencido que si nosotros, como sociedad civil unida, continuamos haciendo oir nuestras voces, los políticos sentirán suficiente presión para dar los pasos necesarios que eviten un cambio climático catastrófico. Esperemos que no sea demasiado tarde.
Mientras tanto, cuatro de mis amigos continúan en una celda de una prisión danesa. Un juez ha ordenado su confinamiento hasta la próxima vista, el próximo 7 de enero. Se enfrentan a tres cargos: allanamiento de morada, falsificación de documentos y suplantación de autoridad (los cargos se agravan por estar en las cercanías de la Reina). Los Cuatro de la Alfombra Roja perdieron su libertad por entregar un mensaje demandando acción contra el cambio climático. No dejemos que haya sido en vano. Por favor, apoya nuestra campaña para mantener la presión sobre los líderes mundiales para alcanzar un acuerdo sobre el clima en 2010.
En los casi 40 años de historia de Greenpeace, no recuerdo un solo activista tratando de evitar las consecuencias legales de sus acciones. Entre ellos cuatro, el grupo de la “Alfombra Roja” tiene cinco hijos, de edades comprendidas entre los 2 y los 13 años, y una compañera embarazada. Denegar su liberación, manteniéndoles separados de sus familias durante estas fechas, por el “crimen” de haber realizado una protesta pacífica, es una perversión de la justicia – especialmente cuando los líderes mundiales que fracasaron para salvar el clima están confortablemente en sus casas desde hace días.
Mantengamos las esperanzas de que la gente se sentirá inspirada por estas cuatro valientes almas que no tuvieron miedo a arriesgar su libertar para demandar acciones reales contra el cambio climático. Estas personas harán sus propios esfuerzos para actuar contra la mayor amenaza a la que nos enfrentamos y se unirán a la pronta liberación de los Cuatro de la Alfombra roja y otros pacíficos activistas que todavía permanecen detenidos.
Kumi Naidoo. Director de Greenpeace Internacional.
Carta publicada en el Huffintong Post el 24 de diciembre