A mediados del siglo XIX, Miquel Biada, un catalán que había hecho fortuna en América, se dio cuenta, mientras viajaba en una diligencia desde Barcelona a Mataró, que ya estaba harto de tardar tres horas en hacer ese trayecto en tan lento e incómodo transporte. Decidió que era hora de dejar atrás ese obsoleto medio de desplazarse y apostar por el tren, mucho más rápido y cómodo. Venía de Cuba, donde en 1837 se inauguró la primera línea de tren española, y pudo disfrutar de la experiencia. En 1840, ya de vuelta en Cataluña, inició sus gestiones para construir la línea de ferrocarril Barcelona-Mataró. En 1848, ésta entró en funcionamiento.
Suponemos que a la compañía o compañías propietarias de las diligencias, que seguramente ya tendrían sus inversiones bien amortizadas, les sentaría a cuerno quemado la irrupción del tren, un competidor que, como los hechos demostraron, llevó a la desaparición definitiva de aquellas como medio de transporte.
Imaginemos ahora, por un momento, que las compañías propietarias de diligencias se hubieran hecho fuertes dentro del Gobierno y, mediante toda una serie de sucias maniobras, hubieran puesto todo tipo de trabas legales, económicas, etc. a los proyectos ferroviarios, a pesar de la pujanza, modernidad y del avance tecnológico que suponía el tren, y hubieran logrado torpedear su desarrollo y hundirlo. Y, por tanto, ¡¡que todo el mundo hubiera seguido viajando en traqueteantes y polvorientas diligencias!!
Salvando las distancias, eso es lo que está pasando ahora con la energía nuclear y las renovables. Las centrales nucleares son como esas diligencias, plagadas de inconvenientes (generan residuos altamente radiactivos durante decenas de miles de años, son peligrosas, etc.) y los dueños de éstas ven con gran preocupación el advenimiento y pujanza de las energías renovables, modernas, limpias, seguras y eficaces. Conscientes de que las renovables pueden expulsarles sin problema del mercado eléctrico, han decidido organizarse para acabar con ellas. No pueden consentir que sus amortizadas diligencias, que ya nadie quiere, se tengan que cerrar.
Para eso estas compañías han metido dentro del Gobierno a un ministro de Industria pronuclear, quien a su vez ha promovido a Secretario de Estado de Energía a un señor que es perito de Nuclenor, la empresa propietaria de la central nuclear de Garoña, y que tiene un pleito en la Audiencia Nacional contra la decisión del Gobierno Zapatero de cerrar definitivamente esta central en 2013.
La última intentona de estas compañías a través de sus títeres en el Gobierno ha sido tratar de engatusar a los sindicatos CC.OO. y UGT con algunas concesiones en el marco de las negociaciones sobre la reforma del sistema de pensiones para que éstos pidiesen el alargamiento de vida de las centrales nucleares y la revocación de la Orden de cierre de Garoña.
Afortunadamente, el rechazo social a esta propuesta, ha hecho que estos sindicatos hayan afirmado rotundamente que se oponen a esa posibilidad y que “no cambiarán neutrones por pensiones”.
Pedimos a los sindicatos que apoyen sin titubeos a las energías renovables, aunque sólo sea por el enorme potencial de creación de empleo que tienen, y se olviden de las “diligencias nucleares” que, además de ser sucias y peligrosas, generan muy poco empleo comparativamente.
El 11 de noviembre de 2010, CC.OO. presentó, junto al Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía del Ministerio de Industria, un “Estudio sobre el empleo asociado al impulso de las energías renovables en España” que cifraba en más de 75.000 los empleos directos actuales que proporcionan las renovables y en otros 128.000 empleos directos el potencial laboral de las renovables para el 2020, teniendo en cuenta sólo las previsiones oficiales de crecimiento de éstas, que Greenpeace califica de muy “tímidas”.
En comparación, también según datos de Comisiones Obreras (del informe “Consideraciones de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras: mesa de dialogo sobre la evolución de la energía nuclear en España”, mayo de 2006), el sector nuclear contaba en 2005 con 4.124 empleados de los cuales el 52,8% pertenecían a la plantilla fija de las centrales nucleares (de ellos, 325 en la central de Garoña).
Las energías renovables y el ahorro y eficiencia energética son los únicos recursos energéticos limpios capaces de reducir de forma eficaz las emisiones de CO2 y al tiempo generar cientos de miles de puestos de trabajo, dotando de sostenibilidad energética a nuestra economía. Esperemos que los sindicatos y el Gobierno no olviden estos hechos y no venza este pulso energético el lobby de las “diligencias nucleares”.
Carlos Bravo y Anna Rosa Martínez