Hoy volvemos a reiterar desde Greenpeace la valía de la Ley de Costas. A medida que nos acercamos a finales de año, es siempre buen momento para hacer recapitulación de lo que ha ocurrido ambientalmente hablando. Y este año, ha sido un año dicíficil para la Ley de Costas. Han surgido varias propuestas parlamentarias, en el parlamento del Estado, en los de las Autonomías, promovidos por izquierdas y derechas, por nacionalistas y por los que no lo son tanto que buscan rebajar la única norma específica que existe para proteger un ecosistema, el litoral. No pocos ciudadanos asistimos perplejos a la reciente campaña que pretende dejar sin virtualidad el espíritu de la Ley de Costas de 1988, en aras de la protección de infraestructuras privadas. De forma repentina, los chiringuitos son más representativos de nuestra identidad cultural que las dunas, acantilados y humedales costeros.
Los problemas están apareciendo ahora porque, tras más de 20 años de vigencia de la norma, la pereza administrativa del Estado ha propiciado que los que siguen viendo el litoral como una gran parcela de hormigón sigan saltándose la Ley. Hoy en vez de salvaguardar los ecosistemas y no desenterrar de nuestra cultura política la vieja máxima de lo que era de todos podía ser disfrutado o rentabilizado por unos pocos, observamos como muchos se escudan en una defensa de la propiedad de algunos pocos para que muchas atrocidades urbanísticas pasen a estar dentro de la legalidad y así eludir responsabilidades y continuar haciendo negocio.
Porque no nos olvidemos que los alcaldes y CCAA que ahora se alzan como defensores de aquellos que compraron una vivienda ilegal y que proponen acabar con la Ley de Costas, sí que conocían lo que la Ley decía en 1988 y que estos políticos que ahora defienden a esas supuestas víctimas de la ley sí que, repetimos, sabían que en dominio publico marítimo terrestre y en servidumbre de protección no se podía construir y a pesar de todo lo ignoraban en sus Planes Generales de Ordenación Urbana.
Hemos perdido casi 8 hectáreas de costa al día durante los últimos 20 años. No podemos destruir nuestro patrimonio natural porque es garantía de futuro no solo ambiental pero también económica y esta defensa ha de hacerse con la ley en mano. No se puede destruir la Catedral de Santiago pero sí podemos destruir Posidonia oceanica, también Patrimonio de la Humanidad.
La Ley de Costas es la gran desconocida y desde Greenpeace queremos difundir su valía, instando a las instituciones y en especial al Ministerio de Medio Ambiente a que promuevan el valor de la costa y de la Ley que lo ampara.
Ha llegado el momento de decir basta. Las advertencias se han transformado en evidencias de a dónde nos ha llevado un determinado modelo. Mantenerlo esperando a que alguna vez pueda volverse a la construcción salvaje en nuestra costa sería una auténtica aberración. Es un buen momento, al cerrar este año, para adoptar aquellas medidas estructurales que evitarán en el futuro una repetición de lo que hemos vivido.
Por cierto, si estás en Madrid, en el centro Cultural de Tabacalera (Glorieta de Embajadores), hasta el día 22 de diciembre podrás visitar una exposición de fotos sobre lo que ha significado esta Destrucción a Toda Costa.
Pilar Marcos, responsable de la campaña de Costas de Greenpeace