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Ya sabéis que Islandia se niega a firmar la moratoria de la Comisión Ballenera Internacional para el fin de la caza de ballenas. |
Ya sabéis que Islandia se niega a firmar la moratoria de la Comisión Ballenera Internacional para el fin de la caza de ballenas. Este país, junto con Noruega y Japón, insiste en rechazar la moratoria y además establece de manera unilateral la cuota de caza de ballenas que va a realizar cada año.
Japón se escuda en la supuesta caza “científica”. Greenpeace Japón ya denunció hace dos años que esto era una burda excusa y que la carne “científica” se vendía en el mercado negro con el consentimiento de la agencia de pesca de Japón y del Gobierno. Greenpeace Japón denunció este hecho y, sin embargo, ahora dos personas, Junichi y Toru, se enfrentan a año y medio de prisión, por defender a las ballenas. Islandia, sin embargo, utiliza la excusa de la crisis: dicen que cazar ballenas da empleo y dinero.
Nuestros compañeros de Greenpeace Japón siguen defendiendo a las ballenas y nos cuentan que en el mes de junio Islandia exportó un total de 33,4 toneladas de carne de ballena a Japón, con un valor comercial de aproximadamente 300.000 euros.
Hagamos cuentas: los balleneros japoneses cazaron en la Antártida esta temporada unas 2.046 toneladas. La compañía ballenera de Islandia (propiedad de K. Loftsson) tenía almacenadas unas 1.500 toneladas de la carne de ballena al final de la temporada de 2009. Desde entonces ha añadido al menos otras 800 ó 900 toneladas a sus reservas, ya que continúa cazando ballenas como os comentamos en el blog anterior.
Si sumamos nos encontramos con que la cantidad de 33,4 toneladas representa el 1,6 % de la captura más reciente realizada en la Antártida y el 2,2 % de las toneladas almacenadas en Islandia de la temporada de caza anterior (2009). Si se sigue cazando ballenas a este ritmo, dicha compañía venderá la carne ballenera que capturó en 2009 dentro de 23 años, es decir, en 2033.
Si se revisan las estadísticas de exportación mensuales, no salen las cuentas. Islandia no está exportando tanto a Japón, su principal mercado, como para cubrir los gastos que le supone la caza de ballenas. Si su única justificación para seguir con esta horrible práctica es la economía, ¿por qué siguen empeñados en cazar ballenas?
Celia Ojeda, campaña de océanos