Más allá de lo que finalmente se acuerde, la reunión de Copenhague ha conseguido convocar ya a más de 100 dirigentes mundiales. Que personajes como Obama, Sarzkozy o Merkel tengan que sentarse unas horas a hablar de cambio climático es bueno. No olvidemos que dedican la mayor parte de su tiempo a hablar de cuestiones que, normalmente, van en dirección contraria a lo que se pretende en esta cumbre. Que la preservación de nuestro Planeta haya sido puesto en sus agendas sólo puede alegrarnos.
Hace sólo unas semanas la declaración de los países Asia-Pacífico parecía cerrar la posibilidad de un acuerdo ambicioso en Copenhague. No ha sido así. La presión que viene de los países más afectados y de la opinión pública mundial está haciendo efecto. En este momento todas las opciones de acuerdo siguen abiertas, y eso es bueno.
Ningún tema reuniría a más de 100 dirigentes mundiales si no fuera un problema real y acuciante, que necesita de soluciones urgentes. A pesar del intento de sabotaje perpetrado por el negacionismo robando correspondencia privada a un grupo de científicos, los datos son demasiado evidentes. Hoy vuelven a dar una sonada bofetada al negacionismo desde la Organización Meteorológica Mundial: desde que hay registros (1850) no se había producido una década tan calurosa como la 2000-2009.
Ahora lo que hace falta es un mayor compromiso del que todavía han expresado los gobiernos. La Unión Europea debería dejarse ya de condicionantes y avanzar hacia ese compromiso de reducción del 30% de las emisiones internas para el año 2020. Europa ha cumplico con Kioto, y ha conseguido una reducción de sus emisiones, sin que ello haya tenido un impacto negativo sobre nuestra economía. Podemos ir más allá.
De hecho gracias al compromiso de Kioto, Europa ha conseguido desarrollar una industria de las energía renovables que en la actualidad es líder en el mundo. Dinamarca, Alemania o España exportan su conocimiento en este tipo de energías al resto del mundo. El reto ha dejado de ser tecnológico, para ser simplemente político.
La Cumbre de Copenhague no ha hecho más que comenzar, pero es bueno que se celebre y que el mundo hable de cómo hacer frente al cambio climático. Será, desde luego, mucho mejor si los dirigentes alcanzan un acuerdo vinculante, ambicioso y justo.
Desde Copenhague, Juan López de Uralde, director de Greenpeace España