Es sábado por la mañana, la cumbre debería haber terminado ayer por la noche pero solo hace unas horas que se han publicado los nuevos textos de negociación. Versiones actualizadas de los textos antiguos, en las que los presidentes de cada grupo de negociación han intentado acomodar las sensibilidades de las partes, captadas en reuniones bilaterales o multilaterales que se desarrollaron durante todo el día de ayer. Estamos analizándolos y esperando a que se abra el plenario para discutirlos en abierto. Las partes están haciendo lo mismo en sus reuniones de coordinación.
El principio de la cumbre estuvo marcado por grandes desacuerdos en el texto del Protocolo de Kioto , alguno de los cuales, como la regulación del “aire caliente” parece permanecer. Sin embargo, el principal problema ahora está en el otro texto, el que establece las acciones de cooperación a largo plazo en temas tan sensibles como financiación, adaptación o transferencia tecnológica para que los países en desarrollo puedan, también, abordar acciones necesarias en la lucha contra el cambio climático.
Es un texto débil con deficiencias ante las que los países más vulnerables han trazado sus líneas rojas, una de ellas: la falta de referencia a la trayectoria que recomiendan los científicos para ser capaces de frenar el cambio climático a tiempo. Los informes del Panel Intergubernamental de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (IPCC) son concluyentes. Es necesario invertir la trayectoria que hasta ahora es de aumento de emisiones, alcanzando el máximo global de emisiones en 2015 y descendiendo luego tan rápido como sea posible para estar en niveles cercanos a cero en 2050. Una cuestión esencial si recordamos que, según instituciones tan poco sospechosas de hacer “alarmismo climático” como el Banco Mundial, estaríamos en una trayectoria de alcanzar los 4º C de aumento de temperatura global a final de siglo, un escenario al que no nos vamos poder adaptar.
El tifón que azota Filipinas es solo un nuevo ejemplo de lo que podemos esperar mientras no adecuemos los objetivos de reducción de emisiones a la ciencia. Pérdidas económicas y de biodiversidad crecientes, pero también la mayor proliferación de fenómenos meteorológicos extremos van a estar en el orden del día, algo que puede costarnos muchas vidas y mucho dinero y que nos lleva a la segunda gran ausencia del texto: los compromisos de financiación.
En esta cumbre debía evaluarse el cumplimiento de los compromisos asumidos en Copenhague para el periodo 2009-2012 y establecerse nuevos hitos intermedios de financiación. Asegurar un nuevo compromiso financiero a tres años de los países desarrollados es la única forma de seguir avanzando hacia el cumplimiento de los compromisos de financiación asumidos entonces para 2020 (100.000 millones de dólares anuales). En este sentido, los países en desarrollo pedían 60.000 millones de dólares para el periodo 2013-2015 unas cifras que no solo se reducen a la mitad en el texto sino que pasan de ser un compromiso a una mera recomendación.
Si no hay compromisos de reducción de emisiones suficientes, habrá desastres como los que estamos viendo en los últimos meses y si no hay financiación asegurada a medio y largo plazo, por lo menos tiene que haber un mecanismo para hacer frente a los daños inminentes que los impactos de fenómenos meteorológicos extremos pueden causar a los países más vulnerables y canalizar financiación de emergencia. Un mecanismo que no estaba en los textos de ayer, que se ha estado negociando durante la noche y que hoy aparece pero de una forma que deja todavía mucho que desear.
Ayer salimos de aquí a las cuatro de la madrugada y hemos vuelto a las 8:30h para asistir a un plenario de evaluación del estado de la cuestión. Las partes se han retirado a estudiar los nuevos textos y ver si estamos ante un “acceptable package” (paquete aceptable). Seguimos esperando que se convoque el plenario... si la espera sirve para que se respeten las líneas rojas de los más vulnerables -que al final son las líneas rojas del planeta- habrá valido la pena el madrugón.
En Doha (Qatar), Aida Vila (@Aidavilar), responsable de la campaña Cambio climático de Greenpeace España.
Más información:
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