jueves, 13 de junio de 2013
A nadie se le escapa ya la relación entre la
quema de carbón y la generación de cambio climático, pero a lo mejor lo que no sepan muchos es que el carbón no mata sólo de forma indirecta, a través de los impactos del calentamiento global, sino que lo hace también de forma directa y paulatina mediante las emisiones de contaminantes de las grandes centrales térmicas.
El informe “Silent Killers”, basado en una investigación de la universidad de Stuttgart (Alemania) recoge los impactos en la salud de las 300 mayores centrales de carbón de la UE y demuestra que respirar, ese acto instintivo que nos mantiene vivos, puede también causarnos graves problemas y hasta la muerte cuando el aire está contaminado por las emisiones derivadas de la quema de carbón.
El riesgo de contraer una enfermedad cardio-respiratoria, asma o cáncer es cada vez mayor en la UE, sobretodo entre las franjas más débiles de la población. Según el informe, contaminantes como las partículas, el mercurio, el arsénico o el cadmio se cobraron 22.000 vidas humanas en la UE en el año 2010, además de incrementar significativamente la factura sanitaria o los presupuestos de lucha contra la contaminación y compra de derechos de emisión. Todo ello, en España, previo pago de las subvenciones a la extracción y quema del carbón nacional, que también nos cuestan un pico.
La buena noticia es que esta cifra escalofriante de muertos por la quema de carbón no tiene porqué seguir aumentando. Como ha demostrado Greenpeace tanto para la UE como para España, técnicamente posible y económicamente recomendable avanzar cuanto antes hacia el sistema energético 100% renovable que, según los científicos climáticos, tenemos que implantar antes de 2050. Lo confirmó esta semana la Agencia Internacional de la Energía, en un informe que apunta, no sólo la urgencia de actuar contra el cambio climático, sino el enorme potencial que tenemos a nuestro alcance en este sentido sólo en términos de política energética y los beneficios de hacerlo cuanto antes.
Pese a lo anterior, y a que 2013 ha sido declarado el “año del aire” en la UE, nuestros políticos siguen doblegándose a los intereses de las eléctricas y de los grandes empresarios mineros, manteniendo las subvenciones a los combustibles fósiles y, en España, “tejiendo” una nueva vuelta de tuerca a la reforma energética para avanzar en la dirección contraria.
Por suerte, la sociedad cada vez lo tiene más claro y está tomando cartas en el asunto, para no seguir permitiendo que el interés económico de unos pocos nos arrebate el clima y el dinero al resto y para no dejar que los combustibles fósiles sigan teniendo en Europa y en España “licencia para matar”.