A las 4 de la madrugada del sábado el centro de conferencias de Canćun era un hervidero: el borrador de decisión presentado por la presidencia mexicana de la COP era adoptado después de varias horas de discusión. La cumbre terminaba hacia las ocho con un acuerdo que, pese a no ser el acuerdo climático internacional que el clima necesita, sienta las bases para negociar en 2011 y cerrarlo en la cumbre de Durban (Sudáfrica).
Este acuerdo:
- Reconoce la necesidad de quedar por debajo del aumento de temperatura global de 2ºC.
- Establece, por primera vez en un texto de Naciones Unidas, un objetivo de reducción de emisiones conjunto para los países industrializados de entre el 25 y el 40% para 2020 (tomando como base los niveles de 1990).
- Reconoce la insuficiencia de los actuales compromisos de reducción de emisiones para evitar los peores impactos del cambio climático, así como la necesidad de revisarlos de acuerdo con el límite anterior.
- Establece el fondo verde para vehicular las aportaciones de los países industrializados para apoyar la lucha contra el cambio climático en los países en desarrollo.
- Establece el mecanismo para la reducción de la deforestación y la protección de los bosques (REDD).
En Cancún se ha demostrado que el proceso multilateral de Naciones Unidas, pese a su complejidad, es el único capaz de alcanzar logros en la lucha internacional contra el cambio climático. El acuerdo de Cancún recoge todos los elementos esenciales para avanzar en la lucha internacional contra el cambio climático pero lo hace, en algunos casos, a modo de “cajas vacías” que habrá que llenar de contenido en 2011.
Es cierto que este acuerdo no es, todavía, lo que el clima necesita pero es más de lo que cualquiera de nosotros hubiera podido predecir 48 horas antes del final de la cumbre. Es como un tren que llega en el momento justo y va en la dirección correcta pero a escasa velocidad.
Sin embargo, Cancún ha sido un paso adelante en la lucha contra el cambio climático, tanto por su contenido como por su simbología: alcanzar un acuerdo después de años de bbloqueos en la negociación era esencial y, pese a que no sea el mejor acuerdo del mundo, debemos darle el valor que tiene.
El camino que hay que recorrer durante 2011 no será fácil pero los gobiernos han dado una señal de esperanza en Cancún y a ella tenemos que agarrarnos como a clavo ardiendo y pedirles que no nos defrauden una vez más.
Aida Vila, responsable de la campaña de Cambio climático de Greenpeace