Campamentos Greenpeace/ Un verano diferente

Cuando me decidí a escribir el por qué los campamentos de Greenpeace son diferentes, creí que sería fácil. Después de todo llevo unos 13 años involucrada en este proyecto y en la organización. Sin embargo aquí me encuentro, sin saber por dónde empezar o cómo haceros llegar lo que esto significa para mí.

Llegué como una niña de 9 años a la que le gustaba pasarse las tardes de verano en la huerta de su abuelo jugando con las hormigas y viendo pasar a los pájaros, ¿de dónde vendrían? ¿Por qué estaban tan atareados? Cuando caía la noche salían las estrellas y era mejor sentarse a ver como ardía la leña que quedarse fuera con la sensación de que algo te observaba pero que sólo podías oír y no ver. Los lobos aterradores de las historias y los monstruos que se ocultan tras los matorrales siempre me habían dado miedo, por muy valiente que dijese ser.

El primer día de tu primer campamento estás un poco asustada, no tienes muy claro a dónde vas y muchos menos con quién vas a estar, pero poco a poco vas haciendo amigos, te das cuenta de que compartes cosas en común y que hay muchas cosas que hacer, muchas actividades y excursiones que hacen que cada día sea una pequeña aventura. Una aventura que compartir con todos tus nuevos amigos y amigas. Donde aprendes que las hormigas son insectos sociales, que como nosotros, se organizan para que todo vaya bien dentro del hormiguero, que ese pájaro que pasaba sobre tú cabeza no es cualquier pájaro si no que su color, la forma de sus plumas o por qué vuela de una manera y no otra, lo caracterizan como una especie única. Que hay miles de plantas con características muy diferentes, cada cual más curiosa que la anterior. Que es mucho más divertido y emocionante sentarse un ratito en la oscuridad, en silencio, dejando que tus ojos se habitúen a la noche para tratar de descubrir a todos esos animales que al contrario que tú prefieren dormir de día.

Pero lo que realmente caracteriza a este campamento es que aprendes mucho más, te das cuenta de que todo está relacionado, todo tiene una conexión. Aprendes un montón de palabras que solo habías escuchado en la tele y no tenías muy claro qué significaban como cambio climático, pesca intensiva, extinción de especies, destrucción de hábitats, alimentos transgénicos… Te das cuenta de que esa naturaleza, de la que siempre habías disfrutado, está sufriendo las consecuencias de nuestra forma de vida. Que nuestros actos tienen un impacto, no solo donde los realizamos, sino que también afectan a otros lugares mucho más lejanos y sientes la necesidad de hacer algo, de luchar por todo lo que quieres, luchar por esas especies que aún no conoces pero que quieres conocer y que los que vengan después de ti, también puedan descubrir.

Es el momento de sentarse a hablar, debatir, reflexionar. Los monitores son solo un elemento de apoyo dentro de los campamento, dispuestos a ayudarte en todo lo que puedan y a contestar a todas las preguntas que se te ocurran y si no las saben, intentar hallar las respuestas juntos. Durante estos 10 días eres tú quien va descubriendo, poco a poco, los problemas ante los que nos encontramos hoy en día y eres tú, junto con tus compañeros, quien debe decidir cómo afrontarlos.

No olvidaré nunca mi primer campamento Greenpeace, ni ninguno de los que le fueron sucediéndole. No solo aprendes a disfrutar de la naturaleza, aprendes a respetarla, a conocerla y a luchar por ella junto con toda esa gente que, poco a poco, se ha ido convirtiendo en tu familia.

Es necesario que hoy en día no se nos olvide que, después de todo, somos animales dentro de este gran ecosistema que es la Tierra y que no tiene ningún sentido seguir destruyéndola, pues nos hacemos daño a nosotros mismos. Que es posible vivir de una manera sostenible sin que eso suponga vivir en una cueva. Hay que evolucionar y no quedarnos cruzados de brazos ante la destrucción y abuso de los recursos naturales, pero sobretodo, compartirlo con los demás pues solo podremos llegar a la solución si estamos todos juntos en la defensa del Planeta.