Nos han pedido estos días que valoremos las propuestas electorales de los partidos con más posibilidades de gobernar... Y el panorama no puede ser más desolador, como pudimos comprobar en el debate televisado, en el que ni una sola vez se habló de medio ambiente, ni de cambio climático, ni de energía... Vamos para atrás.
El historiador Santos Juliá publicaba el fin de semana en El País un artículo de opinión titulado “Esto ya no es una crisis”, en el que decía que “una crisis tan profunda y tan duradera como la que estamos viviendo ya no es una crisis, es otra cosa”. Estoy de acuerdo.
Y para lidiar con esa “otra cosa” haría falta líderes visionarios, haría falta arrestos.
Pero los programas electorales de los principales partidos no traslucen ni visión ni arrestos. Y los debates se limitan a juegos de gato y de ratón, y a ver quién escurre el bulto... Lo que sí revelan los programas, en cambio, son parches y alfileres para tratar de tapar los agujeros de un derrumbe y fórmulas viejunas que repiten los errores cometidos, con la esperanza de perpetuar una forma de vida basada en la especulación, el consumismo y la servidumbre a la gran industria.
“Algo se nos ha roto entre las manos y nadie sabe cómo repararlo, tal vez porque no tiene remedio”, dice Juliá. “No se trata solo de que la fiesta, en efecto, ha terminado: al cabo, todas terminan, sería insoportable todo el tiempo de fiesta. Se trata, o eso barruntamos, de que las cosas nunca volverán a ser otra vez como fueron en los años de euforia; que es preciso abandonar la idea de que, como esto es una crisis, algún día saldremos de ella. Esto ya no es una crisis, es un derrumbe, o mejor, una amenaza de ruina”.
Juliá afirma que “la profundidad de la grieta es tan honda y su duración tan fuera de control, tan inconmensurable, que por necesidad han de sonar a hueco los programas aplicadamente elaborados por los partidos políticos para las próximas elecciones”.
Los buenos propósitos, las declaraciones non sequitur, los juegos verbales y las reformas superficiales no nos van a sacar de la grieta.
¿Qué dicen concretamente esos programas? Fijémonos sólo en lo que afirman acerca del mayor reto al que se enfrenta la humanidad, el cambio climático, en un país que es el más vulnerable de Europa y donde ya hay instaurado un proceso de desertificación.
El PP hace en todo su programa una sola referencia al Cambio Climático, en la introducción: “Somos un partido que apuesta por la conservación de nuestra cultura y de nuestro medio ambiente. Defendemos nuestro legado cultural y sus expresiones tradicionales porque son la clave que nos permite interpretar la modernidad e innovar. Favoreceremos la creación, la libertad y el dinamismo cultural como mejor manifestación de una sociedad moderna y avanzada. Desarrollaremos políticas para conservar nuestra biodiversidad y para luchar contra el cambio climático, porque creemos que nuestro patrimonio natural es también parte de nuestra herencia a las generaciones que nos siguen”.
Para abordar los compromisos adquiridos por el Estado español en materia de reducción de emisiones de GEI, el PP ha expuesto en diversos foros que, en vez de exigir dicha reducción, habría que aprovechar los mecanismos del Protocolo de Kioto para evitar exigir a nuestro sector empresarial la reducción de las emisiones de GEI. En vez de reducir emisiones, "compensarlas". Los responsables de medio ambiente del PP han propuesto que las empresas puedan descontar sus emisiones en proyectos dentro de España, por lo que la necesaria gestión forestal en los montes españoles quedaría sometida a su papel como sumidero de CO2.
En lo nuclear –un obstáculo para el desarrollo de las energías renovables, clave para la lucha contra el cambio climático— es ambiguo. Viene a decir que está a favor de alargar la vida de las nucleares (aunque no lo dice con todas las letras), pero no aclara si decidirá que Garoña siga funcionando o si quiere construir más centrales nuevas. Tampoco dice si seguirá los dictados de las eléctricas para imponer una moratoria a las renovables, aunque nos lo podemos imaginar.
El programa del PSOE es más completo porque tiene más en cuenta el medio ambiente y contiene medidas concretas. Buena retórica en cambio climático, energías renovables (aunque no apuesta por el 100% renovable), y el ahorro y la eficiencia y la movilidad sostenible... Pero luego ya sabemos qué pasa cuando gobierna: que ponen a alguien como Miguel Sebastián al cargo del Ministerio de Industria, y ni cerramos nucleares, ni fomentamos las renovables... De nucleares, dice que las cerrarán cuando cumplan cuarenta años (o antes si tienen problemas técnicos), pero no hay más. ¿Lo más negativo? La apuesta por el "carbón limpio” --oxímoron donde los haya—, y por la captura y secuestro de carbono.
Lejos, muy lejos estamos de propuestas audaces y de la revolución que hace falta en materia de energía –y de todo lo demás— para dejar de emitir CO2, para impulsar el sector de renovables, para generar más empleo y para evitar gastarnos 50.000 millones de euros al año en importaciones de petróleo, gran causante del cambio climático.
El estudio Energía 3.0 de Greenpeace muestra cómo satisfacer exclusivamente con renovables todas las necesidades de energía en todos los sectores (transporte, edificación, industria, etc), y cómo hacerlo de forma más fácil, rápida, sostenible y asequible gracias a la eficiencia energética y a la inteligencia. Esa inteligencia es la que se necesita no solo en el ámbito tecnológico, sino también en el político. Inteligencia para hacer las cosas de otra manera, para sacarnos de la crisis económica creando empleo sostenible gracias a las energías renovables y abandonando la cultura del derroche.
Ya lo dijo Einstein: "Si quieres resultados distintos, no hagas siempre lo mismo".
El informe 3.0 lo tienen los políticos. ¿A qué esperan?
Miren Gutiérrez, directora ejecutiva de Greenpeace Espana
(Publicado originalmente en Diario Vasco)