Este es el mapa de previsión para el viernes 10 de agosto, en plena ola de calor de este verano, la segunda según la AEMET. A nadie se le escapa, ya, la relación de las olas de calor con el cambio climático y hasta mi abuela me llamó ayer después de ver la previsión del tiempo para decirme: “Nena, ¡lo tuyo va fatal!”.
“Lo mío”, según ella, es el cambio climático y tiene razón; las cosas no van bien. Según los informes del Panel Intergubernamental de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (IPCC), hay que adaptarse y aprender a gestionar los fenómenos meteorológicos extremos que proliferan por culpa del cambio climático, pero al mismo tiempo hay que actuar para evitar lo peor.
Hasta ahora, el IPCC había sido muy cauteloso a la hora de atribuir un fenómeno concreto al cambio climático, sus informes se refieren siempre a tendencias, patrones, y sus predicciones indican un aumento de frecuencia de estos fenómenos pero sin precisar si uno de ellos en concreto es o no producto del calentamiento global. Sin embargo, un creciente número de científicos ha empezado ya a afirmar en términos generales que los fenómenos meteorológicos extremos que vivimos son el cambio climático, que ya está sucediendo ante nuestros propios ojos.
Esta semana, en vísperas de la ola de calor, nos llega un nuevo informe al respecto. Este estudio, firmado por el científico de la NASA James Hansen, utiliza simples matemáticas, en lugar los complejos razonamientos físicos y modelos climáticos, para afirmar desde el campo de la estadística que estos impactos no pueden tener otro origen que el cambio climático. Hansen ha constatado que la probabilidad de sufrir una ola de calor como la que se nos viene encima era de 1 entre 300 en los años 50, mientras que hoy es de 1 entre 10 y se hace una pregunta: ¿podría todo esto haber sucedido sin cambio climático? La respuesta, por la elevada improbabilidad que arrojan sus modelos estadísticos, es clara: no.
Basándose en esto, Hansen da un paso más y llega a atribuir al cambio climático fenómenos concretos como la ola de calor que azotó Europa en 2003, que tuvo 50.000 víctimas mortales, la que sufrió Rusia en 2010 o la sequía de Texas del año pasado, cuyos daños se han valorado en 5.000 millones de dólares.
Y no es el único en hacerlo. El climatólogo Kevin Trenberth, jefe del National Center for Atmospheric Research de Estados Unidos, ha afirmado lo mismo respecto a la ola de calor de Rusia, atendiendo a las condiciones meteorológicas que la causaron. Estas afirmaciones han sido, también, refrendadas por otros científicos como Andrew Weaver, climatólogo de la Universidad de Victoria en British Columbia y ex miembro del IPCC e incluso los que siguen sin asociar un evento concreto con el cambio climático, como el científico John Holdren, asesor de la Casa Blanca, admiten que el trabajo de Hansen es una prueba más de que el cambio climático ya está provocando graves daños.
Hansen, que al margen de su carrera profesional es un firme activista en la lucha contra el cambio climático, decía en su presentación del informe que espera que los políticos se rindan a la evidencia y empiecen a ponerse serios para salvar el clima mediante la aprobación de medidas como la abolición de las subvenciones a los combustibles fósiles y el gravamen a su quema o la adopción de mayores compromisos ambiciosos de reducción de emisiones a nivel internacional.
Estas y otras herramientas pueden impulsar la revolución energética que necesitamos para salvar el clima. Tenemos la tecnología y sabemos que cuanto más esperemos más nos va a costar. Es momento de actuar, hasta mi abuela lo sabe, así que pongámonos serios: el futuro es hoy.
Aida Vila (@Aidavilar), responsable de la campaña Cambio climático y Energía de Greenpeace España.