La comparecencia de ayer ante la Comisión sobre Cambio Climático del Congreso del ministro Cañete me llegó al corazón. Soy de lágrima fácil, lo admito, y sensible al tema, eso también, pero oírle declararlo prioridad del Gobierno me emocionó. El ministro enumeró los graves impactos ambientales y socio-económicos que ya causa el cambio climático, pero también las enormes oportunidades de empleo, crecimiento económico e innovación que representa para superar la crisis en España y antes de que mencionara ni siquiera “reducción de emisiones” ya me tenía rendida a sus pies.
Entonces, recordó lo que nos va a costar cumplir Kioto, admitió que el aumento de emisiones del año pasado, pese a la crisis, se debe a las subvenciones al carbón y que España no puede seguir gastando más de 1000 millones en la compra de derechos de emisión. Apostó por una estrategia a medio plazo para cumplir los compromisos a 2020, con reducciones “de verdad”: fomentando la inversión en tecnologías limpias mediante el aumento del precio del CO2 en el mercado de carbono y abordando los sectores difusos. Es decir, reduciendo las emisiones derivadas de los edificios, impulsando la rehabilitación energética, apoyando planes de movilidad sostenible y el transporte público y fomentando el empleo en el sector forestal. ¡Pues si!
La cosa no podía ir a mejor, pero el ministro se superó afirmando que los riesgos derivados del cambio climático deben integrarse en las políticas de sectores como la agricultura o el turismo y batió su propio récord comprometiéndose a incluirlos en el análisis sobre la reforma de la Ley de Costas. Cuanto más hablaba él, más me entregaba yo a su oratoria y, envuelta por el contenido del discurso, bailaba como serpiente encantada al compás. Hasta que ese “muchas gracias” puso fin a la fiesta... y se impuso de nuevo la realidad.
Volvimos a España, ese país en crisis, cuya política económica, climática y energética no tiene nada que ver con lo que acababa de oír. Somos de los pocos que no apoyan la propuesta de Directiva de Eficiencia Energética de la Comisión Europea en la que se impulsan medidas como la rehabilitación de edificios; que no quisimos prohibir la importación de arenas bituminosas en la UE; que seguimos subvencionando el carbón y promoviendo el petróleo; que hemos condenado al parón a gran parte del sector renovable, a la vez que iniciamos un expediente para revocar el cierre de la central nuclear más vieja de nuestro territorio... Ah, y que en breve reformaremos la Ley de Costas para reducir la protección del litoral! A la vista está de que si el ministro se cree su propio discurso tiene mucho que rectificar. En caso contrario, seguiré reconociéndole el mérito, pero ya no será como defensor del interés común en los temas de su ministerio, sino como encantador de serpientes o flautista de Hamelín.
Aida Vila (@Aidavilar), responsable de la campaña de Cambio Climático de Greenpeace