FOTO: Greenpeace ayudó a la comunidad indígena Deni, a la demarcación de su territorio: 1,6 millones de hectáreas de selva amazónica. Imagen: Greenpeace
La fecha del 11 de septiembre nos recuerda la mayor tragedia reciente en la historia de los Estados Unidos. Un día en que, según los analistas, condicionó la historia y los acontecimientos posteriores del panorama mundial.
Pero en otra parte del planeta, en una zona remota de la región amazónica, fue un día de esperanza para una comunidad indígena que vive en semi-aislamiento en la selva amazónica de Brasil, el pueblo Deni.
Tras esperar más de 10 años a que el gobierno brasileño reconociera jurídicamente su territorio, el pueblo Deni pidió ayuda a Greenpeace. El problema era que su territorio, su hogar, estaba siendo vendido ilegalmente a empresas madereras sin su conocimiento.
El 11 de septiembre de 2001, a las 10 de la mañana, el barco de Greenpeace “Artic Sunrise” estaba en Manaus, la capital del estado de Amazonas. Los medios estaban a bordo para la rueda de prensa en la que Greenpeace comunicaría los planes para ayudar a los Deni en la demarcación de los 1,6 millones de hectáreas que les correspondía como territorio, como hogar. Desafortunadamente, nadie pudo prever que estábamos eligiendo el peor día para dar voz a esta comunidad y que su demanda fuera conocida en todo el mundo.
A pesar de la dificultad inicial, nuestro apoyo a los Deni continuó. Mandamos a un equipo a que viviera con ellos y proporcionamos entrenamiento en el uso de GPS y otros instrumentos para demarcación. Este equipo incluía a 13 personas voluntarias de distintas partes del mundo, que se enfrentaban a amenazas de prisión por apoyar a indígenas que se protegían frente a una multinacional maderera.
FOTO: Greenpeace con personas de la comunidad local preparando el proceso de demarcación. Comienzos de 2001. Imagen: Flavio Cannalonga
Ante esta situación de desobediencia civil, el Ministro brasileño de Justicia ofreció un acuerdo: si los voluntarios de Greenpeace abandonaban la tierra de los Deni, firmaría un decreto reconociendo el derecho de los Deni a sus tierras. Con mucho gusto aceptamos el acuerdo, y desplazamos nuestro barco al borde del río, que marcaba el límite geográfico del territorio Deni, justamente a 100 metros. Después de esto, el ministro firmó el decreto, aceptando así todo el duro trabajo realizado por esta comunidad.
El gobierno de Brasil contrató una empresa que fue la que completó la demarcación y el 1 de noviembre de 2004, el propio presidente Lula firmaba el reconocimiento oficial de la tierra de los Deni, una enorme extensión de bosque tropical amazónico de 1,6 millones de hectáreas.
El pasado 11 de septiembre, 10 años más tarde, nuestros amigos Deni celebraron una ceremonia en el rio Xeruan para lanzar lo que llamaron el “ Ibure'i hanahanu Ikanade shunu Deni Ihadekha” o, lo que es lo mismo, comunicar el Plan de Gestión de la tierra de la comunidad indígena Deni. Un plan estupendo que está dirigido por personas fuertes y orgullosas.
Unos días más tarde, recibí en mi oficina un libro precioso escrito en lengua Deni, lleno de fotografías de personas Deni, de sus colegios, de niños y niñas sonriendo, de canoas repletas de peces y de planes para un brillante futuro. Junto al libro, había una calurosa carta de agradecimiento escrita por Opan (una ONG que trabaja con los Deni) de parte de los líderes de la comunidad.
En el interior del libro Deni, Greenpeace tiene un reseña destacando el apoyo que hemos dado a esta comunidad.
La comunidad Deni ha luchado duro durante muchos años para proteger su tierra. Ahora, sus impresionantes esfuerzos pueden verse amenazados si se aprueba el actual proyecto para cambiar el Código Forestal brasileño, ya que promoverá negocios agropeacuarios y usurpadores de tierra, que podrían invadir áreas cercanas al territorio de los Deni. Hay muchos ejemplos de riesgos concretos en diferentes tierras de comunidades indígenas en Brasil. Por ejemplo, el Parque de Xingú de tierras indígenas en el estado de Mato Grosso, está rodeado por cultivos de soja y granjas de ganado que contaminan los ríos que atraviesan las reservas indígenas mediante pesticidas, herbicidas. La propia reserva es invadida por la tala ilegal, cazadores y por pescadores.
La semana pasada celebrábamos el triunfo de los Deni al mismo tiempo que en la capital de Brasil vigilábamos atentamente cómo se discutían los cambios en el texto del código forestal. Estamos demandando a la presidenta Dilma Roussef una acción inmediata para que proteja el bosque amazónico y su biodiversidad. Durante la campaña electoral, Dilma prometió que no aceptaría leyes que pudieran incrementar la deforestación o que se garantizara la amnistía a quien a deforestado de manera ilegal. Los cambios propuestos en el Código Forestal harían exactamente estas dos cosas. Las encuestas recientes indican que los y las brasileñas no apoyan estos cambios.
En años anteriores, la deforestación en Brasil ha decrecido, sin embargo ahora ha aumentado de forma repentina, un crecimiento ligado a la especulación debido a los cambios propuestos en la normativa que protege a la selva. La presidenta Dilma debe intervenir y asegurar que Brasil es un país líder en la acción contra la deforestación. Es hora de actuar frente a una tragedia que se avecina.
Paulo Adario, Greenpeace Brasil